> HISTORIA Y GEOGRAFIA NIVEL MEDIO: RADICALISMO

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Este blog es un espacio diseñado para los alumnos del nivel medio. Aquí encontrarán programas, contenidos y actividades de la asignatura Historia y Geografía. También podrán acceder a distintos recursos, diarios, películas, videos, textos, música y otros que contextualizan los temas desarrollados en clase.

Prof. Federico Cantó

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martes, 13 de octubre de 2015

Radicalismo y Movimiento obrero

“Radicalismo y Movimiento obrero”

Propuesta de trabajo: La actividad propuesta para trabajar el tema “Radicalismo y Movimiento obrero” incluye la incorporación de TIC.

Modalidad: Grupal (se divide el curso en cuatro grupos, uno por tema)
Plazo de entrega: 1ª parte: una semana - 2ª parte: una semana.
Objetivo: Elaborar,de forma colaborativa, una linea de tiempo interactiva que registre la evolución de las luchas obreras durante el período radical desde 1916 hasta 1930.
Recurso digital: Dipity.

Pautas de evaluación:

- Entrega a término
- Identificación de los principales acontecimientos
- pertinencia de los textos, imágenes y videos 
- creatividad y criterio estético.

Actividad:

1ª Parte: Investigación, selección y organización de datos y recursos digitales.
a) Realizar un recorrido por la página donde encontrarán distintos materiales y acontecimientos que definieron la política obrera durante el período radical 1916-1930.
b) Cada grupo seleccionara un tema para trabajar
c) De acuerdo al tema seleccionado,Identificar y clasificar los distintos acontecimientos y su desarrollo durante el período mediante la realización de las actividades propuestas para ese tema.
c) Buscar una texto, una imágen digital y un video disponibles en internet que caractericen cada uno de estos hitos.
d) Organizar en un cuadro la información según el siguiente modelo: 
https://docs.google.com/…/1YDre3QuVySjTZDHvY-qXWelU4J…/edit…
2ª Parte: Confección colaborativa de una línea de tiempo interactiva.
a) Ver el tutorial de cómo hacer una línea de tiempo interactiva con dipity siguiendo este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=i9XaKdPyIjs
b) Ingresar a http://www.dipity.com/radi…/Radicalismo-y-movimiento-obrero/ y confeccionar la línea de tiempo, según las pautas indicadas en el tutorial, con la información del cuadro confeccionado en la 1º parte de la actividad.
c) Al finalizar el plazo de entrega los grupos deberán coordinarse para Incrustar o compartir el enlace en el grupo de facebook del curso.

INTRODUCCIÓN

La llegada de Yrigoyen al gobierno en 1916 despertó grandes esperanzas en los trabajadores. Los gobiernos conservadores los habían tratado con dureza y desinterés, haciendo un uso frecuente de las leyes de residencia y de defensa social para impedir manifestaciones y reclamos.
La mayoría de los obreros pensaron que con Yrigoyen y un gobierno popular, todo sería distinto. En un comienzo, la política obrera del radicalismo pareció alentar esas esperanzas.
Inicialmente, Yrigoyen extendió su política reformista al plano sindical e intentó una legislación social más avanzada, que fue bloqueada permanentemente por el Senado, en manos de los conservadores. Contempló los reclamos de sindicatos negociadores, como la Federación Obrera Ferroviaria y la Federación de Obreros Marítimos, que integraban un sector de la F.O.R.A. 
Su política sindical fue distinta con los gremios que privilegiaron la huelga a la negociación, como los frigoríficos y municipales, controlados por anarquistas y socialistas. En estos casos, como en las huelgas del chaco santafesino, declaradas por los trabajadores de La Forestal, la de los peones rurales patagónicos y la de los obreros de Vasena, que desencadenaría la llamada Semana Trágica, no dudará en reprimir violentamente a los huelguistas.
Fuente: Disponible en http://www.elhistoriador.com.ar/…/movim…/grandes_huelgas.php
El período radical: Ver video.https://youtu.be/R96E6QDyKPU radicalismo general






La gran revuelta obrera de La Forestal


Historia política. Una investigación vuelve sobre un caso emblemático de protesta, represión y muerte en Santa Fe durante la gran huelga de 1921.

POR ISIDORO GILBERT
Imágenes




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VILLA GUILLERMINA. Aquí ocurrió la represión donde murieron entre 500 y 600 obreros.

Etiquetado como:
Alejandro Jasinski

La selva chaqueña ha sido en ocasiones motivo de inspiración o investigación, particularmente la explotación del quebracho, pero esta vez, nos referimos al libro de Alejandro Jalinski Revuelta obrera y masacre en La Forestal (Biblos) como una obra destacable por el nivel de investigación sobre un momento particular del movimiento de los trabajadores y la represión contra sus reclamos, y el esclarecimiento sobre hechos concretos de una historia excepcional.

Lo que se cuenta en este trabajo es la aparición del movimiento obrero en el chaco santafesino en la primera década del siglo XX, con impronta anarquista, propia de la época en los grandes centros urbanos, pero aquí en plenos obrajes con mano de obra mayoritariamente criolla y paraguaya, esa prédica e ideología se introduce en las masas duramente explotadas tanto por el trabajo de enviados por la Federación Obrera de la República Argentina (FORA) como expresión espontánea de sectores sin historia de lucha.

Para 1919, la FORA, cuando tiene comienzo la investigación, estaba dividida por la anarquista del V (quintistas) Congreso y la sindicalista del IX (novenos), que han tenido más discrepancias que acuerdos, un debate que en este caso se dio con virulencia y determinó la (mala) suerte final de una huelga reivindicativa.

El epicentro de los acontecimientos se dio en Villa Guillermina, donde estaba instalada la fábrica más importante de La Forestal, un Estado dentro del Estado, de capitales británicos, pero también era clave en Santa Ana, Tartagal, y decenas de pequeñas localidades donde llegaba la influencia de la compañía. La Forestal tuvo su propio ferrocarril y puertos, almacenes y escuelas y después de la primera “gran huelga” de 1919, financió con el consentimiento del gobierno radical de Santa Fe la llamada Gendarmería Volante reclutada con la concepción de la Legión Extranjera.

Sostiene Jasinski que “no se ha tratado de un movimiento rural ni campesino ni indígena ni policlasista: ha sido, en todas las letras, un fenomenal movimiento obrero el que dio vuelta la taba en los dominios de La Forestal”. Los primeros pasos fue ir constituyendo sociedades de Socorros Mutuos, que son el antecedente del Sindicato del Tanino que plantea en marzo de 1919 la primera demanda reivindicativa: ocho horas de trabajo, descanso dominical, cese de despidos continuos, y otros puntos: la “gran huelga” le dio soporte a la petición y constituyó un gran triunfo.

El autor relata cómo eran las cosas una vez constituido el sindicato: “Por sobre todas las cosas exigieron respeto. Bastaba un simple silbatazo para que la producción se paralizara por completo. De un momento a otro se organizaba un mitin en la plaza pública. Los obreros aplaudían efusivamente a un orador que callaba al gerente y se burlaban de su presencia. Imprevistamente podían disponer de los galpones, cortar los servicios, tomar la fábrica y patrullar los bosques. Desfilaron armados por las calles céntricas de los poblados y, ante la inminencia del triunfo, recibieron a los delegados con música y vítores… en pocas palabras, habían subvertido el orden social de aquellos poblados. No sin razón, creían que los tiempos de arbitrariedades habían terminado para siempre”.

Era la victoria del sindicalismo del IX Congreso, negociador, que no vinculaba al movimiento reivindicativo con la “revolución social” que sí planteaban los “quintistas” que en esta circunstancia no tuvieron peso.

Lo tendrán más adelante, al poco tiempo, cuando la empresa sabotea los acuerdos, aplica despidos o decreta el lock-out y pone en escena a la Gendarmería Volante para reprimir sistemáticamente a las organizaciones sindicales. La decepción por esos ataques patronales va dando cada vez más voz a los “quintistas” y a la aplicación de métodos de “acción directa”. Ocurrió cuando la huelga de 1921, registrándose, según el diario Santa Fe, “uno de los movimientos más importantes de la historia huelguística de la republica”: 6.000 obreros en “paro activo”. La Forestal virtualmente cerrará hasta 1923, ya diezmada la resistencia. Hay un patético relato de la “caza del hombre” y el refugio en los bosques de miles de familias, sólo pocas veces socorridas con algo de alimento por colonos.

El autor rescata nombres olvidados como Luis Lotito, Casimiro Grass o Teófilo Lafuente, entre varios dirigentes, a la vez “cronistas” de los sucesos y por esos escritos se han podido recrear el espíritu de las asambleas, multitudinarias, los debates internos, la incorporación a la lucha de las mujeres (denostadas en alguna prensa de la época de promover al “amor libre”). Jasinski recurrió a las crónicas de periódicos sindicales como La Protesta, La Organización Obrera o el efímero (e irritante) Añá Mengui, diarios santafesinos y nacionales, el socialista La Vanguardia amén de archivos militares y provinciales que le han dado un panorama polifónico que él ha decantado con un relato de los hechos y la puntualización de los mismos.

Por caso: ¿fue la huelga de 1921 de “carácter revolucionario” habida cuenta que las trabajadoras incluso tomaron edificios de la empresa y hasta localidades y enfrentaron con armas la represión? Jasinski afirma que no hubo ni “soviet”, como se decía en esos días, ni “tomar el cielo por asalto”, sino que fueron acciones defensivas. La represión fue brutal. Se calculan entre 500 y 600 los muertos y en la desbandada los trabajadores y familias se escondieron en los bosques. En la represión actuaron las “guardias blancas” de la Liga Patriótica, como lo hicieran en la “Semana Trágica” de enero de 1919 en Buenos Aires o junto al Ejército, en los sucesos trágicos de la Patagonia, más tarde. El subtítulo del trabajo es “sindicalismo y violencia empresaria en tiempos de Yrigoyen”.

En los hechos santafesinos el Ejército no actuó (por ello se formó una fuerza privada) y aunque estuvo presente antes de la violencia, lo hizo más bien como mediador. Cosas de la historia: el gobernador de Santa Fe era entonces Enrique Mosca, que en 1946 integrará la fórmula de la Unión Democrática, y su jefe de Gobierno fue Armando Antille, que apoyó ese año a Juan Perón encabezando a los radicales de la Junta Renovadora. Del entonces teniente Perón la leyenda contó que cuando la empresa cerró en marzo de 1919 almacenes de comestibles y el agua, ordenó su reapertura. Esto contó R. A. Vagni en su libro de 1949,Tierra Extraña ; se hicieron eco historiadores como Enrique Pavón Pereyra, Joseph Page y Norberto Galasso y el mismo Perón se lo narró a Tomás Eloy Martínez. Con documentos del archivo del Ejército, Jasinski pone en duda esa historia: el rol mediador se lo atribuye al general Oliveira Cézar (así contado por la crónica del diario Santa Fe), debajo de él, había una larga lista de oficiales “¿y por qué habría de destacarse el rol de un joven teniente?”, se pregunta... Y agrega: “las biografías se elaboran siempre retrospectivamente, en función de necesidades, intereses o a partir de imaginarios construidos colectivamente”.


Fuente:http://www.clarin.com/rn/ideas/gran-revuelta-obrera-Forestal-Santa-Fe-1921_0_1034896534.html#.VSV_jpKz76k.facebook



PATAGONIA TRÁGICA

Patagonia Rebelde o Trágica es como se conoce a los sucesos ocurridos en la década de 1920 en la Patagonia argentina. Durante los mismos, peones y obreros rurales fueron fusilados debido a su lucha por mejoras laborales frente a las duras condiciones de trabajo que sufrían en las primeras décadas del siglo XX.

Actividades.
1) A partir de la lectura del artículo publicado en el Diario Clarín, el 12 de Agosto de 2007, y escrito por el historiador Felipe Pigna responda:


¿Cuál fue o fueron los motivos que desataron la serie de huelgas de los trabajadores rurales en la provincia de Santa Cruz?
¿Qué actitud tomó el movimiento obrero (F.O.R.A.) frente a las condiciones laborales de los peones y al incumplimiento del acuerdo por parte de la patronal?
¿Cómo intervino el gobierno radical ante el conflicto y que medidas decretó?

http://edant.clarin.com/suplementos/…/2007/08/12/z-03801.htm


2) El siguiente audiovisual del programa "Historia de un país. Argentina en el siglo XX" Cap. 7 "Movimiento obrero II", de canal Encuentro, analiza el conflicto entre los trabajadores rurales de las estancias ovejeras y las patronales.
Luego de mirarlo describa los siguientes aspectos:
- Ubicación temporo - espacial del conflicto.
- Fuerzas que ejecutan la represión, número de obreros afectados y represalias.
- Sector que solicita poner fin a la represión y motivo.

http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=50008



3) Como cierre, a partir del siguiente mapa que referencia geográficamente los sitios de represión, fusilamientos y enterramiento de peones; y el consecuente el recorrido de los represores, reflexiona: ¿Considera que fue legítimo el reclamo de los peones de las estancias ovinas? ¿Valora que política para resolver el conflicto aplicada por el gobierno de Yrigoyen fue la correcta? ¿Por qué? Amplie.

http://3.bp.blogspot.com/…/S5gbkuZxVgM/s1600/MapaHuelgasPat…




Fuente: http://www.mapaeducativo.edu.ar/Men/Canadon-de-los-Muertos


SEMANA TRÁGICA

Durante la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, en enero de 1919, un grupo de obreros de los Talleres Vasena, de la ciudad de Buenos Aires, fueron duramente reprimidos por la policía cuando protestaban por sus lamentables condiciones laborales. Los hechos de esos días se conocen como la Semana Trágica.

Actividades:

1- Ver los dos videos de Youtube y leer el artículo del sitio “El historiador”.

2- Analizar reflexivamente la información y resolver las siguientes consignas:

- Identificar los distintos actores intervinientes en los conflictos. Realizar una descripción de cada uno de ellos.
- ¿Qué factores motivaron los conflictos que se sucedieronn durante esos años?
-¿Cuáles eran sus reclamos?
-¿Cómo respondió el gobierno nacional para resolver el conflicto?
-¿Qué fue la Liga Patriótica?
-¿Qué beneficios obtuvieron los trabajadores?
-¿Por qué esta huelga es considerada como el “episodio más dramático de la historia de los trabajadores” ?


https://www.youtube.com/watch?v=7thmPHq-7j8






http://www.elhistoriador.com.ar/…/mov…/la_semana_tragica.php







sábado, 31 de mayo de 2014

PRESIDENCIAS RADICALES

1916-1930 LA REPUBLICA RADICAL


Los sectores sociales que llegaron al poder con el triunfo del radicalismo eran muy diferentes a la generación del 80. El radicalismo, que en sus comienzos expresaba las aspiraciones de los sectores populares criollos apartados de la vida pública por la oligarquía, había luego acogido también a los hijos de inmigrantes que aspiraban a integrarse en la sociedad, abandonando la posición marginal de sus padres. Así adquiría trascendencia política el fenómeno social del ascenso económico de las familias de origen inmigrante que habían educado a sus hijos.

Las profesiones liberales, el comercio y la producción fueron instrumentos eficaces de ascenso social, y entre los que ascendieron se reclutaron los nuevos dirigentes políticos del radicalismo. Deseaban seguir conquistando prestigio social a través del acceso a los cargos públicos, preocupación que en muchos casos era mayor que la de servir a los intereses colectivos.

Yrigoyen llegó al poder en 1916 como indiscutido jefe de un partido que había intentado repetidas veces acabar con el "régimen" conservador por el camino de la revolución. Yrigoyen representaba "la causa", que entrañaba la misión de purificar la vida argentina. Pero, triunfante en las elecciones, Yrigoyen aceptó la herencia  del conservadorismo: los gobiernos provinciales, el parlamento, la justicia y, sobre todo, la estructura económica en el que basaba la vieja oligarquía. Sin duda, le faltó audacia para emprender una revolución desde la presidencia; pero no es menos cierto que su partido estaba constituido por grupos  marginales que aspiraban más a incorporarse a la situación establecida que a modificarla. Lo cierto es que el cambio político y social que pareció traer consigo el triunfo del radicalismo quedó frustrado por la pasividad del gobierno frente al orden constituido. 

Frente a la dispersión de los grupos conservadores, el Partido Radical tenía una fuerte organización. Se iniciaba en los locales partidarios o comités distribuidos por todos los barrios, a través de los cuales hacían conocer sus propuestas los electores. A su vez, los comités dependían de organismos centralizados que permitían la unidad y la coherencia en la toma de decisiones. Para mantener la solidez del radicalismo, Yrigoyen fomentó el sistema de patronazgo sostenido por los dirigentes locales, llamados “caudillos” o “punteros”, que, a cambio de algunos favores esperaban el agradecimiento en forma de votos. Pese a toda esta organización, en el partido no faltaron problemas: en cada provincia abundaban grupos internos que luchaban por alcanzar el control del aparato partidario. 

Como imitaciones de la gran figura del caudillo nacional, comenzaron a aparecer en diversas provincias caudillos locales populares que dieron a la política un aire nuevo. José Néstor Lencinas en Mendoza o Federico Cantoni en San Juan fueron los ejemplos más señalados, pero no sólo aparecieron en el ámbito provincial, sino que aparecieron también en cada departamento o partido y en cada ciudad. El caudillo era un personaje de nuevo cuño, antiguo y moderno a un tiempo, primitivo o civilizado según su auditorio, demagógico o autoritario según las ocasiones; pero, sobre todo, era el que poseía influencia popular suficiente como para triunfar en las elecciones ejerciendo, como Yrigoyen, una protección paternal sobre sus adictos. 

A diferencia de los políticos conservadores, un poco ensoberbecidos y distantes, el caudillo radical se preocupaba por el mantenimiento permanente de esta relación personal, de la que dependía su fuerza, y recurría al gesto premeditado de regalar su reloj o su propio abrigo cuando, se encontraba con un partidario necesitado, a quien además ofrecía un vaso de vino en cualquier cantina cercana, o se ocupaba de proveer médico y medicinas al correligionario enfermo, a cuya mujer entregaba después de la visita un billete acompañado de un protector abrazo. Y cuando llegaban las campañas electorales, ejercitaba una dialéctica florida llena de halagos para los sentimientos populares y rica en promesas para un futuro que no tardaría en llegar.

Fueron los caudillos o sus protegidos quienes llegaron a las magistraturas y a las bancas parlamentarias en los procesos electorales que siguieron a la elección presidencial de 1916, algunos todavía pertenecientes a familias tradicionales, pero muchos ya nacidos de familias de origen inmigrante. Pero a pesar de eso la estructura económica del país quedó intacta, fundada en el latifundio y en el frigorífico y el gobierno radical se abstuvo de modificar el régimen de la producción y la situación de las clases no poseedoras. 

La política económica radical no fue más que una continuación de lo actuado en el período anterior. La economía siguió basada en la producción primaria  agroexportadora. Empero, los precios del mercado internacional, aunque muy lentamente, comenzaron a bajar desde 1914 y los productos manufacturados que el país importaba empezaron a costar más en relación con el precio de los cereales. Así se fue creando una situación cada vez más difícil que condujo a una crisis general de la economía cuyas manifestaciones se hicieron visibles en 1929, al compás de la crisis mundial.

Una industria relativamente poco desarrollada, que había crecido durante la primera guerra mundial pero que se comprimió luego, una organización fiscal que obtenía casi todos sus recursos a través de los derechos aduaneros, y un presupuesto casi normalmente deficitario caracterizaron en otros aspectos la economía argentina durante la era radical.

Por el contrario, ciertos principios básicos acerca de la soberanía nacional, caídos en desuso, fueron   retomados por el radicalismo. Donde no había situaciones creadas, como en el caso del petróleo, Yrigoyen defendió enérgicamente el patrimonio del país. Durante el primer gobierno de Yrigoyen se creó Yacimientos Petrolíferos Fiscales (Y.P.F) para impulsar la explotación del petróleo. Cuando Alvear asumió a la presidencia designó al Coronel Mosconi al frente de Y.P.F, quién logró darle un fuerte impulso con el objeto de lograr el autoabastecimiento y a eliminar la competencia privada.


ACTIVIDAD:
1) Identificá el grupo social, y cuales eran sus objetivos, que impulsa al radicalismo.
2) Describí la figura del "caudillo" y las formas en que se relacionaba con los votantes.
3) Explicá como se desarrolla la política económica de las presidencias radicales.
4) ¿ Cómo describirías la relación del radicalsimo con el movimiento obrero y por qué?

sábado, 5 de abril de 2014

LA REPÚBLICA RADICAL 1916-1930

La republica radical

Los sectores sociales que llegaron al poder con el triunfo del radicalismo acusaron una fisonomía muy distinta de la que caracterizaba a la generación del 80. Salvo excepciones, los componían hombres modestos, de tronco criollo algunos y de origen inmigrante otros. El radicalismo, que en sus comienzos expresaba las aspiraciones de los sectores populares criollos apartados de la vida pública por la oligarquía, había luego acogido también a los hijos de inmigrantes que aspiraban a integrarse en la sociedad, abandonando la posición marginal de sus padres. 

Así adquiría trascendencia política el fenómeno social del ascenso económico de las familias de origen inmigrante que habían educado a sus hijos. Las profesiones liberales, el comercio y la producción fueron instrumentos eficaces de ascenso social, y entre los que ascendieron se reclutaron los nuevos dirigentes políticos del radicalismo. Acaso privaba aún en muchos de ellos el anhelo de seguir conquistando prestigio social a través del acceso a los cargos públicos, y quizá esa preocupación era más vigorosa que la de servir a los intereses colectivos. Y, sin duda, el anhelo de integrarse en la sociedad los inhibió para provocar cierto cambio en la estructura económica del país que hubiera sido la única garantía para la perpetuación de la democracia formal conquistada con la ley Sáenz Peña.

Por lo demás, la inmigración, detenida por la primera guerra europea, recomenzó poco después de lograda la paz, y, por cierto, alcanzó entre 1921 y 1930 uno de los más altos niveles, puesto que arrojó un saldo de 878.000 inmigrantes definitivamente radicados. Gracias a una política colonizadora un poco más abierta que impusieron los gobiernos radicales, logró transformarse en propietario de la tierra un número de arrendatarios proporcionalmente más alto que en los años anteriores. Pero la población rural siguió decreciendo, y del 42% que alcanzaba en 1914 bajó al 32% en 1930. Su composición era muy diversa. La formaban los chacareros - arrendatarios en su mayoría - en las provincias cerealeras, los peones de las grandes estancias en las áreas ganaderas, los obreros semiindustriales en las regiones donde se explotaba la caña, la madera, la yerba, el algodón o la vid, todos estos sometidos a bajísimos niveles de vida y con escasas posibilidades de ascenso económico y social. 

En cambio, en las ciudades - cuya población ascendió del 58 al 68% sobre el total entre 1914 y 1930 - las perspectivas económicas y las posibilidades de educación de los hijos facilitó a muchos descendientes de inmigrantes un rápido ascenso que los introdujo en una clase media muy móvil, muy diferenciada económicamente, pero con tendencia a uniformar la condición social de sus miembros con prescindencia de su origen. Heterogénea en la región del litoral, la población lo comenzó a ser también en otras regiones del interior donde se habían instalado diversas colectividades como la siriolibanesa, la galesa, la judía y otras. Nuevos cultivos o nuevas formas de industrialización de los productos naturales atrajeron a nuevas corrientes inmigratorias que, a su vez constituyeron comunidades marginales cuando ya las primeras olas de inmigrantes habían comenzado a integrarse a través de la segunda generación. 

Pero las zonas más ricas y productivas siguieron siendo las del litoral, donde disminuía la producción de la oveja y se acentuaba la de los cereales y las vacas. En parte por la creciente preferencia que la industria textil manifestaba por el algodón y en parte por la predilección que revelaba el mercado europeo por la carne vacuna, la producción de ovejas perdió interés y se fue desplazando poco a poco hacia el interior - el oeste de la provincia de Buenos Aires, La Pampa, Río Negro y la Patagonia - al tiempo que decrecía su volumen. Las mejores tierras, en cambio, se dedicaron a la producción de un ganado vacuno mestizado en el que prevaleció el Shorthorn, que daba gran rendimiento y satisfacía las exigencias del mercado inglés, y a la producción de cereales, cuya exportación alcanzó altísimo nivel.

Empero, los precios del mercado internacional, aunque muy lentamente, comenzaron a bajar desde 1914 y los productos manufacturados que el país importaba empezaron a costar más en relación con el precio de los cereales. Así se fue creando una situación cada vez más difícil que condujo a una crisis general de la economía cuyas manifestaciones se hicieron visibles en 1929, al compás de la crisis mundial. Gran Bretaña vigilaba cuidadosamente el problema de sus importaciones y debía atender a las exigencias de los dominios del Imperio, lo cual entrañaba una amenaza para la producción argentina, que se había orientado de acuerdo con la demanda de los frigoríficos y del mercado inglés.

Una industria relativamente poco desarrollada, que había crecido durante la primera guerra mundial pero que se comprimió luego, una organización fiscal que obtenía casi todos sus recursos a través de los derechos aduaneros, y un presupuesto casi normalmente deficitario caracterizaron en otros aspectos la economía argentina durante la era radical. No es extraño, pues, que los complejos fenómenos sociales que se incubaban en la peculiar composición demográfica del país estallaran al calor de las alteraciones económicas y políticas luego de que el radicalismo alcanzó el poder en 1916.

Por lo demás, el clima mundial estimulaba la inquietud general y favorecía las aspiraciones a un cambio. La guerra europea dividió las opiniones y enfrentó a aliadófilos y germanófilos, estos últimos confundidos a veces con los neutralistas, pese a que, en verdad, la neutralidad que decretó el gobierno argentino convenía especialmente a los aliados. A poco de comenzar la presidencia de Yrigoyen estalló la revolución socialista en Rusia, y las vagas aspiraciones revolucionarias de ciertos sectores obreros se encendieron ante la perspectiva de una transformación mundial de las relaciones entre el capital y el trabajo.

Las huelgas comenzaron a hacerse más frecuentes y más intensas, pero no sólo porque algunos grupos muy politizados esperaran desencadenar la revolución, sino también porque, efectivamente, crecía la desocupación a medida que se comprimía la industria de emergencia desarrollada durante la guerra, aumentaban los precios y disminuían los salarios reales. Obreros ferroviarios, metalúrgicos, portuarios, municipales, se lanzaron sucesivamente a la huelga y provocaron situaciones de violencia que el gobierno reprimió con dureza. Dos dramáticos episodios dieron la medida de las tensiones sociales que soportaba el país. 

Uno fue la huelga de los trabajadores rurales de la Patagonia, inexorablemente reprimida por el ejército con una crueldad que causó terrible impresión en las clases populares a pesar de la vaguedad de las noticias que llegaban de una región que todavía se consideraba remota. Otro fue la huelga general que estalló en Buenos Aires en enero de 1919 y que conmovió al país por la inusitada gravedad de los acontecimientos. La huelga, desencadenada originariamente por los obreros metalúrgicos fue sofocada con energía, pero esta vez no sólo con los recursos del Estado, sino con la colaboración de los grupos de choque organizados por las asociaciones patronales que se habían constituido: la Asociación del Trabajo y la Liga Patriótica Argentina. Una ola de antisemitismo acompañó a la represión obrera, con la que las clases conservadoras creyeron reprimir la acción de los que llamaban agitadores profesionales y la influencia de los movimientos revolucionarios europeos.

También en otros campos repercutió por entonces la inquietud general. Los estudiantes de la Universidad de Córdoba desencadenaron en la vieja casa de estudios un movimiento que era también, en cierto modo, revolucionario. Salieron a la calle y exigieron la renuncia de los profesores más desprestigiados por su anquilosada labor docente y por sus actitudes reaccionarias. Era, en principio, una revolución académica que propiciaba el establecimiento de nuevos métodos de estudio, la renovación de las ideas y, sobre todo, el desalojo de los círculos cerrados que dominaban la universidad por el sólo hecho de coincidir con los grupos sociales predominantes. Pero era, además, una vaga revolución de contenido más profundo. Propició también la idea de que la universidad tenía que asumir un papel activo en la vida del país y en su transformación, comprometiéndose quienes formaban parte de ella no sólo a gozar de los privilegios que les acordaban los títulos que otorgaba, sino también a trabajar desinteresadamente en favor de la colectividad. Afirmó el principio de que la universidad tenía, además de su misión académica, una misión social. Y en esta idea se encerraba una vaga solidaridad con los movimientos que en todas partes se sucedían en favor de las reformas sociales. No fue, pues, extraño que los estudiantes rodearan a Eugenio D' Ors, ni que Alejandro Korn y Alfredo L. Palacios adhirieran a lo que empezó a llamarse "la reforma universitaria".

Al cabo de poco tiempo, todas las universidades del país se vieron sacudidas por crisis semejantes. Los estudiantes hablaban de Bergson y repudiaban el positivismo, exigían participación en el gobierno universitario, pedían el reemplazo de la clase magistral por el seminario de investigación y, al mismo tiempo, vestían el overall proletario y se acercaban a las organizaciones obreras para hablar de filosofía o de literatura. Era, por lo demás, época de revisión de valores. También los jóvenes filósofos rechazaban el positivismo y predicaban la buena nueva de la filosofía de Croce, de Bergson o de los neokantianos alemanes. Pero eran sobre todo los escritores y los artistas los que se hallaban empeñados en una revolución más decidida. 

Se difundieron las tendencias del ultraísmo y quienes adhirieron a ellas comenzaron a defenderlas en el periódico Martín Fierro. Los jóvenes artistas y escritores declararon la insurrección contra las tradiciones académicas que encarnaron en Ricardo Rojas, en Manuel Gálvez, en Leopoldo Lugones. Eran los que seguían a Ricardo Güiraldes, que había publicado Don Segundo Sombra en 1926, y a Jorge Luis Borges el autor de Fervor de Buenos Aires y Luna de enfrente. Pero en oposición a ellos - que se llamaron "los de Florida" otros artistas y escritores se aglutinaron para defender el arte social en el popular barrio de Boedo: eran los que acompañaban a Leónidas Barletta, el de las Canciones agrarias, y a Roberto Arlt, el de El juguete rabioso. Y un día Emilio Pettoruti sorprendió a Buenos Aires con su exposición de pintura cubista.

Pero el signo más evidente de la crisis se advirtió en el campo de la política. Yrigoyen llegó al poder en 1916 como indiscutido jefe de un partido que había intentado repetidas veces acabar con el "régimen" conservador por el camino de la revolución. Yrigoyen representaba "la causa", que entrañaba la misión de purificar la vida argentina. Pero, triunfante en las elecciones, Yrigoyen aceptó todo el andamiaje institucional que le había legado el conservadorismo: los gobiernos provinciales, el parlamento, la justicia y, sobre todo, el andamiaje económico en el que basaba su fuerza la vieja oligarquía. Sin duda le faltó audacia para emprender una revolución desde su magistratura constitucional; pero no es menos cierto que su partido estaba constituido por grupos antaño marginales que más aspiraban a Incorporarse a la situación establecida que a modificarla.

Lo cierto es que el cambio político y social que pareció traer consigo el triunfo del radicalismo quedó frustrado por la pasividad del gobierno frente al orden constituido. Ciertamente, Yrigoyen se enfrentó con las oligarquías provinciales y las desalojó progresivamente del poder mediante el método de las intervenciones federales. Entonces se advirtió la aparición de una suerte de retroceso político. Como imitaciones de la gran figura del caudillo nacional, comenzaron a aparecer en diversas provincias caudillos locales de innegable arraigo popular que dieron a la política un aire nuevo. José Néstor Lencinas en Mendoza o Federico Cantoni en San Juan fueron los ejemplos más señalados, pero no sólo aparecieron en el ámbito provincial, sino que aparecieron también en cada departamento o partido y en cada ciudad. 
El caudillo era un personaje de nuevo cuño, antiguo y moderno a un tiempo, primitivo o civilizado según su auditorio, demagógico o autoritario según las ocasiones; pero, sobre todo, era el que poseía influencia popular suficiente como para triunfar en las elecciones ejerciendo, como Yrigoyen, una protección paternal sobre sus adictos. A diferencia de los políticos conservadores, un poco ensoberbecidos y distantes, el caudillo radical se preocupaba por el mantenimiento permanente de esta relación personal, de la que dependía su fuerza, y recurría al gesto premeditado de regalar su reloj o su propio abrigo cuando, se encontraba con un partidario necesitado, a quien además ofrecía campechanamente un vaso de vino en cualquier cantina cercana, o se ocupaba de proveer médico y medicinas al correligionario enfermo, a cuya mujer entregaba después de la visita un billete acompañado de un protector abrazo. Y cuando llegaban las campañas electorales, ejercitaba una dialéctica florida llena de halagos para los sentimientos populares y rica en promesas para un futuro que no tardaría en llegar.

Los caudillos radicales transfirieron a la nueva situación social el paternalismo de los estancieros en oposición a la política distante que la oligarquía había adoptado; pero obligaron a los conservadores a competir con ellos dentro de sus propias normas, y el caudillismo se generalizó. Sólo la democracia progresista de Santa Fe, inspirada por Lisandro de la Torre, y el socialismo se opusieron a estos métodos, que Juan B. Justo estigmatizó con el rótulo de "política criolla". Fueron los caudillos o sus protegidos quienes llegaron a las magistraturas y a las bancas parlamentarias en los procesos electorales que siguieron a la elección presidencial de 1916, algunos todavía pertenecientes a familias tradicionales, pero muchos ya nacidos de familias de origen inmigrante. Pero a pesar de eso la estructura económica del país quedó incólume, fundada en el latifundio y en el frigorífico y el gobierno radical se abstuvo de modificar el régimen de la producción y la situación de las clases no poseedoras.

Por el contrario, ciertos principios básicos acerca de la soberanía nacional, caídos en desuso, obraron activamente en la conducción del radicalismo. Donde no había situaciones creadas, como en el caso del petróleo, Yrigoyen defendió enérgicamente el patrimonio del país. La riqueza petrolera fue confiada a Yacimientos Petrolíferos Fiscales, cuya inteligente acción aseguró no sólo la eficacia de la explotación, sino también la defensa de la riqueza nacional frente a los grandes monopolios internacionales. Cosa semejante ocurrió con los Ferrocarriles del Estado. Pero, además de la defensa del patrimonio nacional, Yrigoyen procuró contener la prepotencia de los grupos económicos extranjeros que actuaban en el país. Y frente a la agresiva política de los Estados Unidos en América Latina, defendió el principio de la no intervención ordenando, en una ocasión memorable, que los barcos de guerra argentinos saludaran el pabellón de la República Dominicana y no el de los Es tados Unidos, que habían izado el suyo en la isla ocupada.

Ineficaz en el terreno económico, en el que no se adoptaron medidas de fondo ni se previeron las consecuencias del cambio que se operaba en el sistema mundial después de la guerra, el gobierno de Yrigoyen fue contradictorio en su política obrera, paternalista frente a los casos particulares, pero reaccionaria frente al problema general del crecimiento del proletariado industrial. Sin embargo, satisfizo a vastos sectores que veían en él un defensor contra la prepotencia de las oligarquías y un espíritu predispuesto a facilitar el ascenso social de los grupos marginales. Cuando Yrigoyen concluyó su presidencia, su prestigio popular era aún mayor que al llegar al poder. A él le tocó designar sucesor para 1922, y eligió a su embajador en París, Marcelo T. de Alvear, radical de la primera hora, pero tan ajeno como Yrigoyen a los problemas básicos que suscitaba la consolidación del poder social de las clases medias.
Algo más separaba, con todo, a Alvear de su antecesor. Le disgustaba la escasa jerarquía que tenía la función pública y aspiraba a que su administración adquiriera la decorosa fisonomía de los gobiernos europeos. Esta preocupación lo llevó a constituir un gabinete de hombres representativos, pero más próximos a las clases tradicionales que a las clases medias en ascenso. Era solamente un signo, pero toda su acción gubernativa confirmó esa tendencia a desplazarse hacia la derecha. 

Demócrata convencido, Alvear procuró mantener los principios fundamentales del orden constitucional y trató de establecer una administración eficaz y honrada. Los presupuestos no fueron saneados, porque la situación económica no mejoró sustancialmente durante su gobierno, pero la organización fiscal fue perfeccionada y su funcionamiento ajustado. Sólo los problemas de fondo quedaron en pie sin que se advirtiera siquiera su magnitud, pese a que bastaba una ligera mirada al panorama internacional para observar que los desequilibrios de la economía de posguerra repercutirían inexorablemente en el país. Era evidente que la situación económica y financiera del mundo se acercaba a una crisis, y como Gran Bretaña estaba incluida en ella, no era difícil prever que las posibilidades del comercio exterior argentino corrían serio peligro. 

Por otra parte, la crisis social y política había cobrado forma con la revolución rusa y se manifestaba de otra manera en el fascismo italiano, oponiéndose así diversos sistemas de soluciones que los distintos grupos sociales recibían como experiencias utilizables. Finalmente, la posición de los grupos capitalistas que operaban en el país se había complicado desde 1925 con el incremento de los capitales norteamericanos, que llegaban en parte aprovechando el vacío dejado por las exportaciones alemanas, y en parte como consecuencia del plan general de expansión de los Estados Unidos en Latinoamérica. 

Todas estas cuestiones debían repercutir sobre la débil estructura económica del país, pero era evidente que gravitarían sobre todo en el proceso de ascenso de las clases medias y de los sectores populares. Pero el radicalismo no percibió el problema y se mantuvo imperturbable en una política de buena administración y de mantenimiento del sistema económico tradicional. Los sectores conservadores, por el contrario, reaccionaron en defensa de sus propios intereses. La simpatía popular se mantenía fiel a Yrigoyen, cuya figura adquiría poco a poco más que los caracteres de un caudillo, los de un santón. 

Un grupo militar encabezado por el ministro de guerra, Agustín P. Justo, comenzó a organizarse para impedir el retorno de Yrigoyen al poder; pero Alvear se opuso a que se siguiera por ese camino, sin poder evitar, sin embargo, que la conspiración continuara subterráneamente con el apoyo de los sectores conservadores. Distanciado de Yrigoyen, el presidente prefirió, en cambio, estimular la formación de un partido de radicales disidentes que se llamaron antipersonalistas y que tenían estrechos contactos con los conservadores. 

Cuando en 1928 llegó el momento de la renovación presidencial, el nuevo partido - que sostenía la fórmula Melo-Gallo – fue derrotado e Yrigoyen volvió al gobierno, ya valetudinario e incapaz. Muy pronto se advirtió que ni la simple acción administrativa se desenvolvía correctamente. El presidente no distinguía los pequeños asuntos cotidianos de los problemas fundamentales de gobierno, y el país todo sufría las consecuencias de una verdadera acefalía. Pero, con todo, no era ése el problema más grave. Ya en su primer gobierno Yrigoyen se había comportado como un político anacrónico; hombre del pasado, pensaba en una Argentina que ya no existía, la vieja Argentina criolla de Alsina y de Alem, y obraba en función de sus estructuras. Pero su triunfo mismo, imposible con el solo apoyo de los grupos marginales criollos, había demostrado que el país cambiaba velozmente merced a la integración de los grupos marginales criollos con los de origen inmigratorio. Y frente a ese conglomerado - y frente a los problemas que su aparición y su ascenso entrañaban - Yrigoyen no pudo modificar sus esquemas mentales ni diseñar una nueva política. 

Si su acción de gobierno fue endeble e inorgánica durante la primera presidencia, en la segunda fue prácticamente inexistente. No faltó, sin embargo, cierta persistencia en las actitudes que lo habían caracterizado frente a los grandes intereses extranjeros. Las palabras que dirigiera al presidente Hoover o el proyecto de ley petrolera lo revelaban. Pero ni en ese terreno ni en el de la política interna supo obrar Yrigoyen con la energía suficiente para evitar que cuajaran algunas amenazas que se cernían sobre el gobierno sobre el país.

La primera era la del ejército que el propio Yrigoyen había politizado, y que desde principios de siglo había caído bajo la influencia prusiana. Predispuesto a la conspiración desde la presidencia de Alvear, se volcó decididamente a ella cuando la ineficacia del gobierno, convenientemente destacada por una activa prensa opositora, comenzó a provocar su descrédito popular. Y el paternalismo de Yrigoyen impidió que el general Dellepiane, su ministro de guerra obrara oportunamente para desalentarlo.

La segunda era la evolución de ciertos grupos conservadores que abandonaban sus convicciones liberales y comenzaban a asimilar los principios del fascismo italiano mezclado con algunas ideas del movimiento monárquico francés. Desde algunos periódicos, como La Nueva República y La Fronda, esas ideas empezaron a proyectarse hacia los grupos autoritarios del ejército y algunos sectores juveniles del conservadorismo: muy pronto parecerían también atrayentes algunos jefes militares propensos a la subversión. 

Pero las más graves eran las amenazas económicas y sociales derivadas de la situación mundial que, finalmente, había hecho crisis en 1929, y que empezaban a hacerse notar en el país. Los grupos ganaderos y la industria frigorífica se sintieron en peligro y comenzaron a buscar un camino que les permitiera sortear las dificultades. Y, simultáneamente los grupos petroleros internacionales creyeron que había llegado el momento de forzar la resistencia del Estado argentino y comenzaron a buscar aliados en las fuerzas que se oponían a Yrigoyen. En cierto momento, todos los factores adversos al gobierno coincidieron y desencadenaron un levantamiento militar. El general Justo, que había preparado la conspiración, se hizo a un lado cuando advirtió la penetración del ideario fascista entre algunos de los conjurados, y dejó que encabezara el movimiento el general José F. Uriburu, antiguo diputado conservador convertido luego en defensor del corporativismo. El 6 de septiembre de 1930 llegó "la hora de la espada" que había profetizado el poeta Leopoldo Lugones, ahora nacionalista reaccionario pese a su tradición de viejo anarquista. 

El triunfo de la revolución cerró el período de la república radical, sin que Yrigoyen pudiera comprender las causas de la versatilidad de su pueblo, que no mucho antes lo había aclamado hasta la histeria y lo abandonaba ahora en manos de sus enemigos de la oligarquía. Su vieja casa de la calle Brasil -que los opositores llamaban "la cueva del peludo"- fue saqueada, con olvido de la indiscutible dignidad personal de un hombre cuya única culpa había sido llegar al poder cuando el país era ya incomprensible para él. 

Actividades: Presidencias radicales 1916-1930.

a)      Justificá las siguientes afirmaciones:

1)    “Yrigoyen representaba "la causa".”
2)    “Los sectores sociales que llegaron al poder con el triunfo del radicalismo acusaron una fisonomía muy distinta de la que caracterizaba a la generación del 80”.
3)    “El caudillo era un personaje de nuevo cuño, antiguo y moderno”.
4)     “Las zonas más ricas y productivas siguieron siendo las del litoral”.
5)    “El gobierno de Yrigoyen fue contradictorio en su política obrera”.
6)    “Si su acción de gobierno fue endeble e inorgánica durante la primera presidencia, en la segunda fue prácticamente inexistente.”
7)    “Yrigoyen no tuvo la energía suficiente para evitar que cuajaran algunas amenazas que se cernían sobre el gobierno sobre el país”.
8)    “La guerra europea dividió las opiniones”.
9)    “Las huelgas comenzaron a hacerse más frecuentes y más intensas”.
10)     “La universidad tenía que asumir un papel activo en la vida del país”.


b)      Analizá la imagen que acompaña al texto y contextualizala.