> HISTORIA Y GEOGRAFIA NIVEL MEDIO: ATENAS

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Prof. Federico Cantó

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sábado, 1 de febrero de 2014

LA POLIS

Ver: La formación de las Polis.

LA POLIS

En el libro Historia de los Griegos de Indro Montanelli

Los acontecimientos que —tratando de desentrañar la historia de la leyenda, que en los cronistas griegos se confunden— hasta aquí hemos narrado, pertenecen a la Edad Media helénica, que se cierra con la invasión doria y con el caos que siguió. Trataremos ahora, antes de levantar el telón sobre la historia propiamente dicha, que comienza en el siglo VII antes de Jesucristo, de fijar sus características principales. Porque, además, en ellas reside la explicación de los acontecimientos sucesivos.

Como hemos dicho, el rasgo fundamental y permanente de los griegos fue el particularismo, que halló su expresión en las polis, es decir, en las «ciudades-estado», que no lograron jamás fusionarse en una nación. Lo que sobre todo lo impidió fue, más que la diversidad racial de los varios pueblos que se sobrepusieron unos a otros, su escasa permeabilidad.

Me explicaré. Todas las nacionalidades son compuestas. El último en creer que las hay puras, y en fundar encima una doctrina y, lo que es peor, una política, fue Hitler. Y acabó como ha acabado. De hecho, la misma Alemania es una mezcolanza de germano y de eslavo, como una mezcolanza de céltico, de normando y de sajón es Inglaterra, como de céltico, de germánico y de latino es Francia, por no hablar de Italia, donde hay de todo cabalmente. Quiero decir que en el mundo entero las invasiones que toda nación ha sufrido tarde o temprano, no han impedido la formación, a plazo más o menos largo, de un pueblo, que es precisamente el resultado de una fusión de sus distintos ingredientes étnicos.

Esto no ocurrió en Grecia por culpa de los dorios, que al invadir el país, no digo que destrozaron su unidad puesto que no existía, pero sí impidieron que se formase, permaneciendo apartados, con el sentimiento de una superioridad racial frente a los indigenas con los cuales no quisieron mezclarse. No se sabe exactamente cómo anduvieron las cosas. Pero yo creo que Heródoto, que fue el primero en tratar de ponerlo en claro, tiene sustancialmente razón cuando dice que los dorios se impusieron, reduciéndoles a la esclavitud a los aqueos, los cuales a su vez se habían impuesto, reduciéndoles a esclavitud, a los pelasgos, que por lo tanto, eran los verdaderos autóctonos de Grecia. Ésta resultó así compuesta por tres estados étnicos, o al menos por dos, pues cuando los dorios llegaron, en 1100, los aqueos, que les habían precedido en un par de siglos, se habían mezclado bastante con los pelasgos, o se estaban mezclando con ellos y precisamente por esto los dorios les despreciaban llamándoles «bastardos» como llamaban los alemanes nazis a los austríacos.

No es por nada que los atenienses decían ser uno de los dos pueblos griegos que quedaron de raza pura, o sea no contaminada por los dorios. El otro era Arcadia, el más inaccesible reducto alpino del Peloponeso, donde efectivamente es probable que los nuevos conquistadores no lograran jamás instalarse. Evidentemente, el racismo dorio provocó, por reacción, otro aqueo-pelasgo, que se llamó jónico, predominó en el Ática y en las islas de la Jonia, y que impelía a los atenienses a proclamarse «generados por la tierra», y a los árcades a sostener que sus padres se habían instalado en Arcadia antes de que en el cielo naciese la luna, a fin de tener un pretexto para tratar a los dorios como intrusos.

En este punto se impone una pregunta. Aquellos griegos litigantes, que no lograron jamás formar políticamente una nación, o sea una comunidad, tuvieron, sin embargo, algo común y nacional: la lengua. Y visto que ésta no pudo nacer de una fusión que no se produjo, ¿cuál de los tres elementos la elaboró y la impuso a los otros? En suma, de las tres razas que poblaban Grecia, ¿cuál era la que hablaba griego? Heródoto, gran buscador de curiosidades, cuenta haber hallado en sus exploraciones por todos los rincones del país, muchas poblaciones y tribus donde se hablaba una lengua incomprensible para él. 

Seguramente era la pelasga, que subsistió en algunas «bolsas » del interior hurtadas a la soberanía de los conquistadores aqueos primero, y después a la de los dorios. No se sabe qué lengua pudiera ser, como no se sabe de qué raza eran los pelasgos; pero seguramente era de origen meridional. Se deduce por la palabra que, extinguiéndose poco a poco, dejó a la lengua griega propiamente dicha; thálassa, por ejemplo, que quiere decir «mar». Jenofonte, cuenta que durante la famosa «Anabasis» de los diez mil guerreros griegos de Asia Menor, éstos no hacían más que preguntar a los indígenas que encontraban por la calle: «¿Thálassa...? ¿Thálassa...?» Y los indígenas comprendían, pues precisamente era una palabra de su lengua. Hay muchas más: en general todas las pertenecientes a cosas y hechos del mar. Lo que nos confirma que aqueos y dorios no entendían de mar, acaso porque no lo habían visto antes de llegar a Grecia, y, por lo tanto, no tenían siquiera un vocablo para denominarlo. Por esto adoptaron el de los pelas-gos, que con el mar tenían, en cambio, gran confianza, como sugiere su nombre.

Por consiguiente, no puede haber duda: el griego fue una lengua importada, y no tiene mucho sentido discutir si la importaron los aqueos o los dorios. Por el simple motivo que, salvo diferencias dialectales, la hablaban unos y otros, por cuanto unos y otros procedían del mismo tronco indoeuropeo, como los latinos, los celtas y los teutones.
Pero vayamos adelante. El hecho de que los dorios practicasen el racismo, suscitando otro no menos insensato en sus coinquilinos de Grecia, no basta para explicar la segmentación de ésta. Porque ellos no dominaban, en suma, más que el Peloponeso, donde siempre constituyeron una minoría, e igualmente en la misma Esparta, que era su castillo roquero. En las otras regiones, donde dominaba el cruce aqueo-pelasgo, o sea el jónico, algún Estado que fuese algo más que una ciudad con su suburbio podía formarse hasta para mejor resistir a la amenaza doria, y en cambio no se formó. ¿Por qué?

Hay que poner en guardia al lector ante la tentación de interpretar ciertos fenómenos de la Antigüedad según su experiencia moderna. Los antiguos historiadores reclutados por el servicio de propaganda de los dorios seguramente se equivocaban al imaginárselos nietos de los cincuenta hijos de Hércules, que retornaban a su patria de origen a recuperar su posesión en virtud de un pacto debidamente estipulado y suscrito. Pero nosotros no nos equivocaríamos menos atribuyendo a su invasión, que ciertamente fue tal, los métodos y la técnica de la alemana en Checoslovaquia o la rusa en Estonia. Más que verdaderas y propias conquistas, planificadas y programadas, fueron aluviones de tribus escasamente coaligadas entre sí. Y si, el «grueso» se acuarteló en el Peloponeso, otros grupos dispersos se diseminaron un poco por todas partes, y en todas partes crearon confusión e inseguridad.
¿Qué sucedió? Sucedió que en toda Grecia los campesinos, no pudiendo defenderse solos en sus aislados caseríos, los abandonaron y comenzaron a agruparse en las cimas de ciertas colinas, donde, juntos y con la ayuda de la naturaleza, podían resistir mejor. Estas cimas se llamaron acrópolis, que literalmente quiere decir «ciudad alta», Fortificadas, se convirtieron en el primer núcleo de la ciudad, que fue, como se ve, antes que nada un expediente estratégico. Alguien objetará que esto no sucedió solamente en Grecia. Un poco en todas partes las ciudades nacieron por los mismos motivos, lo que no les impidió en determinado momento el fusionarse en Estados más grandes. Es verdad. Pero no en todas partes los motivos que obligaron a los griegos a despoblar los campos para agruparse en las acrópolis y permanecer en ellas, sin contactos con las demás acrópolis de Grecia, duraron mucho. El Medievo griego, o sea el período de las invasiones y de las convulsiones, iniciado por la llegada de los aqueos en el 1400 antes de Jesucristo, alcanza hasta el 800, o sea que se extiende durante seiscientos años. Seiscientos años representan veinticuatro generaciones. Y en veinticuatro generaciones se forma una mentalidad, costumbres y hábitos que nada logra ya destruir. El espíritu de la polis, o sea aquella fuerza coagulante que hace de cada griego un ciudadano tan sensible a lo que sucede dentro y tan indiferente a todo aquello que sucede fuera de su ciudad, es en estos seiscientos años cuando se desarrolla hasta hacerse indestructible. Incluso los grandes filósofos del Siglo de Oro no lograron concebir algo que superase la ciudad con su inmediata campiña. Es más, esta ciudad no la querían sino de cierta medida. Platón decía que no debía rebasar los cinco, mil habitantes; y Aristóteles sostenía que todos debían conocerse entre sí, al menos de vista. Muchos se le echaron encima a Hipodamo cuando, encargado por Pisístrato de realizar el proyecto para circuir de murallas a Atenas hasta El Pireo, calculó que dentro del recinto debían caber diez mil personas:

«¡Exagerado!», dijeron. En realidad, Atenas alcanzó después las doscientas mil almas. Pero en aquellos tiempos el alma era atribuida únicamente a las corporaciones de ciudadanos, que sólo representaban una décima parte de la población, de quien preocuparse en caso de invasión. Los demás podían quedarse fuera y dejarse aporrear. La sociabilidad del pueblo griego, su sentido comunitario y exclusivista con todos sus derivados, hasta los más menguados —murmuración, envidia, intrusión en la conducta ajena—, nacen de esta larga incubación. «Evita la ciudad», dice Demóstenes de un enemigo suyo para significar que no participa de la vida de todos, lo que era la peor acusación que pudiera lanzarse contra un ateniense. Este hecho acarrea otro; la colonización. La diáspora de los griegos en toda la cuenca mediterránea, que les condujo a fundar sus características poleis un poco en todas partes, desde Mónaco y Marsella a Nápoles, a Reggio, a Bengasi, en las costas asiáticas y en el mar Negro, atravesó dos estadios. El primero fue el confuso y desordenado de la fuga pura y simple, escapando de las invasiones, y especialmente de la doria, y no obedecía a ningún plan ni programa. La gente no partía para fundar colonias: huía para salvar el pellejo y la libertad, y buscó refugio sobre todo en las islas de la Jonia y del Egeo porque eran las más cercanas a la tierra firme y porque ya estaban habitadas por una población pelasga. Es imposible decir qué proporciones alcanzó este fenómeno; pero debieron ser notables. Como fuere, un primer estrato de población griega con sus usos y costumbres estaba establecido ya en estos archipiélagos cuando en el siglo VII comenzó el flujo migratorio organizado.

Con seguridad, ello fue debido al aumento de la población en las poleis y a su carencia de aledaños donde alojarla. No había espacio donde desarrollar una sociedad campesina. Además, admitiendo que lo hubiese sido en el pasado, el griego que emergía de los seis siglos de vida en la ciudad no era ya un campesino; y hasta cuando poseía una granja, después de haber trabajado en ella todo el día, por la. noche volvía a dormir, y sobre todo a charlar y a chismorrear, en la ciudad. Pero las murallas ciudadanas no podían contener gente más allá de cierto límite: además de una repugnancia espiritual, como hemos visto en Platón y Aristóteles, existía para la polis la imposibilidad material de transformarse en metrópoli. Y fue entonces, o sea en el siglo VIII, cuando se comenzó a disciplinar y a organizar la emigración. «Colonia», en griego, se dice apoikia, que significa literalmente «casa afuera»; y ya la palabra excluye toda intención de conquista y toda reticencia imperialista. Eran solamente unos pobres diablos que se iban a poner casa. Y si bien su Gobierno designaba al frente de aquellas expediciones un «fundador» que asumía el mando y la responsabilidad de la expedición, la apoikia, una vez constituida, no se conver-tía en dependencia, dominio o protectorado de la ciudad-madre, sino que conservaba con ésta tan sólo vínculos sentimentales. Algún privilegio era concedido a los viejos conciudadanos cuando iban de visita o por negocios; la lumbre en el hogar público era encendida con tizones traídos de la patria de origen; y a ésta era costumbre dirigirse para que designase un nuevo «fundador», si la colonia, superpoblada a su vez, decidía fundar otra. Pero no había servidumbre política. Es más, de vez en cuando estallaban guerras entre ellas, como tal ocurrió entre Corinto y Corfú. Y ni siquiera había servidumbre económica. La apoikia no era una base ni un emporio de la madre-patria, con la cual hacía solamente los negocios que le convenían. En suma, así como faltaba una ligazón nacional entre las poleis, también faltaba un vínculo imperial entre cada una de ellas y sus colonias. Y también esto contribuyó de manera decisiva a la dispersión del mundo griego, a su sublime desprecio de todo orden y criterio territorial. Grecia nació a pesar de la geografía. De este desafío sacó muchas ventajas, pero del mismo le vino también la ruina. Otros motivos que la obligaron a ellos fueron, se dice, los geofísicos y los económicos, o sea la configuración particular de la península, que hacía difíciles los contactos por vía terrestre. Pero nosotros creemos que ésta fue más bien una consecuencia que una causa. Ningún obstáculo natural impidió a los romanos, animados por una enorme fuerza centrípeta, el crear una imponente red de caminos aun a través de las regiones más impenetrables. Los griegos eran, y siguen siendo, centrífugos. Atenas no sintió jamás necesidad de una carretera que la uniese con Tebas, sencillamente porque ningún ateniense sentía el deseo de ir a Tebas. En cambio, tuvo una hermosísima, con El Pireo porque El Pireo formaba parte de la polis, la cual a su vez no se sentía parte de nada más. Los griegos podían concedérselo, por otra parte, porque en aquel momento ninguna fuerza externa enemiga les amenazaba, y ésta fue acaso su gran desventura.

En Asia, el imperio de los hititas se había derrumbado:en su lugar había, a la sazón, los reinos de Lidia y de Persia, todavía en formación y, por tanto, sin fuerza agresiva. En África, Egipto decaía. El Occidente estaba sumido en las tinieblas de la prehistoria, Cartago era un puertecito de piratas fenicios. Rómulo y Remo no habían nacido, y los emigrantes griegos que se habían ido a fundar Nápoles, Reggio, Síbari, Crotona, Niza y Bengasi, no habían encontrado en los parajes más que tribus bárbaras y desunidas, incapaces, no digo ya de atacar, sino siquiera de defenderse. Al Norte, la península balcánica era tierra de nadie. Tras la invasión de. los aqueos y la de los dorios, desde sus selvas y montañas no se había ya asomado ningún enemigo sobre Grecia. En aquel vacío, la polis pudo tranquilamente entregarse a su vocación particularista y secesionista, sin ninguna preocupación de unidad nacional. Es bajo la amenaza del exterior cuando los pueblos se unen. Y por eso los dictadores modernos la inventan cuando no existen. Reyertas y pequeñas guerras se desarrollaban entre poleis, es decir, en familia, y, por consiguiente, en vez de unirla, contribuían a dividirla cada vez más.

He aquí, pues, el cuadro que nos presenta Grecia, políticamente, ahora que comienza su verdadera historia; una vía láctea de pequeños Estados diseminados a lo largo de todo el arco del Mediterráneo oriental y del occidental, cada uno de ellos ocupado en elaborar dentro de las murallas ciudadanas una propia experiencia política y una cultura autóctona. Intentemos recoger los primeros frutos en sus personajes más representativos.

domingo, 27 de mayo de 2012

HELENISMO- ALEJANDRO MAGNO

Ver anterior: GUERRAS DEL PELOPONESO

Supremacía de Macedonia

Durante este periodo de luchas por la hegemonía en Grecia, Macedonia, al norte de Tesalia, comenzaba su política de expansión. Filipo II, rey de Macedonia en el 359 a. C., gran admirador de la civilización griega, era consciente de su gran debilidad y la falta de unidad política macedonia. Inmediatamente después de subir al trono, Filipo anexionó las colonias del sur de Grecia, en la costa de Macedonia y Tracia, y se propuso convertirse en el dueño de la península.

Su astucia en las artes políticas y el apoyo de las fuerzas macedonias contribuyeron al logro de sus ambiciones, a pesar de la oposición de muchos políticos griegos, liderados por el ateniense Demóstenes. En el 338 a. C. Filipo derrotó al ejército griego y convocó un congreso de todos los estados griegos en el que reconocieron la superioridad de Macedonia en la península y nombraron a Filipo comandante en jefe de las fuerzas griegas. Un año después, un segundo congreso declaraba la guerra a Persia, su enemigo tradicional. Filipo empezó a preparar la campaña en Asia, pero fue asesinado en el 336 a. C. Su hijo, Alejandro III el Magno, de veinte años, se convirtió en su sucesor.

Alejandro III el Magno (356-323 a. C.), rey de Macedonia (336-323 a. C.), Alejandro comenzó su guerra contra Persia la primavera del 334 a.C.  Las victorias sobre los persas fueron aplastantes y en menos de diez años logró el control de todo su territorio.

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ALEJANDRO MAGNO, BAJORRELIEVE DE SU MAUSOLEO 

Llegó a Babilonia en la primavera del 323 a. C., pero en junio contrajo fiebres y murió. Dejó su Imperio, según sus propias palabras, "a los más fuertes", este ambiguo testamento provocó terribles luchas internas durante medio siglo. La unidad territorial se fragmento en extensos reinos controlados por sus generales quienes se perpetuaron en el poder formando poderosas dinastías. 

Helenismo

 Alejandro fue uno de los mayores conquistadores de la historia, extendió sus dominios desde Grecia hasta la India, destacó por su brillantez táctica y por la velocidad con la que cruzó grandes extensiones de terreno. Aunque fue valiente y generoso, supo ser cruel y despiadado cuando la situación política lo requería.

Como político y dirigente tuvo planes grandiosos; según muchos historiadores abrigó el proyecto de unificar Oriente y Occidente en un imperio mundial, una nueva e ilustrada hermandad mundial de todos los hombres. Alejandro ordenó que las ciudades griegas le adoraran como a un dios y se coronó emperador. Aunque probablemente dio la orden por razones políticas.

Para unificar sus conquistas, Alejandro fundó varias ciudades a lo largo de su marcha, muchas se llamaron Alejandría en honor a su persona; estas ciudades estaban bien situadas, bien pavimentadas y contaban con buenos suministros de agua. Eran autónomas pero sujetas a los edictos del rey. Los veteranos griegos de su Ejército al igual que soldados jóvenes, negociantes, comerciantes y eruditos se instalaron en ellas y se introdujo la cultura y la lengua griega.


Cuando Alejandro murió, los generales macedonios iniciaron entre ellos el reparto de su vasto imperio. Los desacuerdos surgidos por esta división provocaron una serie de guerras entre los años 322 a. C. y 275 a. C., muchas de las cuales tuvieron lugar en Grecia. Por ello, una de las características de este periodo que abarca desde la muerte de Alejandro hasta la conversión de Grecia en provincia romana en el 146 a. C., fue el deterioro como entidades políticas de las ciudades-estado griegas, además del progresivo declive de la independencia política en conjunto.

REINOS HELENISTICOS
Se denomina período helenístico a una etapa histórica de la Antigüedad, cuyos límites cronológicos vienen marcados por dos importantes acontecimientos políticos: la muerte de Alejandro Magno (323 a. C.) y el suicidio de la última soberana helenística, Cleopatra VII de Egipto, y su amante Marco Antonio, tras su derrota en la batalla de Accio (30 a. C.).

Es la herencia de la cultura de la Grecia clásica que recibe el mundo griego a través de la hegemonía y supremacía de Macedonia, primero con la persona de Alejandro Magno, y después de su muerte con los diádocos o sucesores, los reyes de las tres grandes dinastías: Ptolemaica, Seléucida y Antigónida.

Estos soberanos supieron conservar y alentar el espíritu griego tanto en las artes como en las ciencias. Entre la gente culta y de la aristocracia «lo griego» era lo importante y en este concepto educaban a sus hijos. Las ciudades-estado griegas continuaban su decadencia y fueron sustituidas en importancia por las ciudades modernas de Alejandría, Pérgamo y Antioquía, cuyo urbanismo y construcción no tenían nada que ver con las anteriores. En todas ellas se hablaba la lengua griega, llamada koinè (κoινης), que es un adverbio griego que significa «común», «comúnmente». Vale decir, la lengua común o panhelénica, principal vehículo de cultura. Suele ser considerado como un período de transición entre el declive de la época clásica griega y el ascenso del poder romano.


ACTIVIDAD N°31:

1)        ¿Qué causas permiten el surgimiento de la figura de Alejandro Magno?

2)       Definí el concepto de helenismo.

3)      Organizá en una línea de tiempo los periodos de la historia del mundo griego desde sus orígenes hasta la dominación romana.  En la misma señalá las características principales que identifican a cada período.


Ver siguiente: ROMA Y EL ESPACIO GEOGRÁFICO

GUERRAS DEL PELOPONESO

Ver anterior:  ESPARTA

La guerra del Peloponeso

La liga delico-ática había proporcionado a Atenas riqueza, dinamismo comercial y la supremacía naval. Esparta, por su parte, había conservado la hegemonía de la liga del Peloponeso. La coexistencia de ambas ligas generaba tensiones ya que ambas trataban de ampliar sus alianzas en perjuicio de la otra.



En el año 431 a.C. estalló el conflicto entre ambas comprometiendo a todo el mundo griego. Estas guerras fraticidas se prolongaron hasta el año 404 a.C. Entre sus causas podemos encontrar los diferentes intereses políticos y económicos de ambas polis. El detonante fue la rivalidad de Atenas con las ciudades del istmo de Corinto (aliada de Esparte) por el comercio de granos en Sicilia, actividad practicada por Corinto. También debemos resaltar que Atenas favorecía la causa democrática entre sus aliados; Esparta en cambio fomentaba los gobiernos oligárquicos. Ambas buscaban liderar el mundo griego.

La victoria militar de Esparta y la liga del Peloponeso desorganizó la liga marítima ateniense con negativas consecuencias para el comercio. También se produjo un retroceso en los gobiernos democráticos ya que Esparta impulsó la imposición de oligarquías en casi todas la polis griegas. Sin la protección de la liga marítima las colonias de Asia Menor cayeron en poder de los persas. Estos enfrentamientos terminaron debilitando a las polis griegas que quedaron indefensas ante el avance de pueblos conquistadores.


ACTIVIDAD N°30:
1)          Diferenciá las causas y consecuencias de la Guerra del Peloponeso.

Ver siguiente: HELENISMO, ALEJANDRO MAGNO

sábado, 26 de mayo de 2012

ATENAS CLASICA; CIUDADANOS Y HABITANTES

Ver anterior: GRECIA CLÁSICA, ESCLAVISMO

 Atenas: habitantes y ciudadanos

La sociedad ateniense estaba formada por distintos grupos: latifundistas, artesanos, comerciantes, campesinos y esclavos. No todos tenían los mismos derechos. Los latifundistas, dueños de las tierras, eran ciudadanos, hombres libres que habían nacido en Atenas, de padre y madre atenienses. Tenían derecho de ciudadanía y, por lo tanto, podían intervenir en el gobierno de la polis. Las mujeres no tenían derechos políticos. Los hombres libres no ciudadanos, llamados metecos, eran los extranjeros que vivían y tenían sus negocios en Atenas. Se dedicaban al comercio y a la artesanía. Aunque pagaban impuestos y formaban parte del ejército y de la armada, no eran considerados ciudadanos: no podían votar ni ser elegidos gobernantes.
Los esclavos eran hombres y mujeres sometidos a un dueño. No se los consideraba como personas, sino como “instrumentos parlantes”. Trabajaban duramente en las minas, en las canteras o en el campo. También trabajaban, como esclavos domésticos, en las casas de los más ricos y poderosos. En el siglo V a.C., había cerca de 200.000 esclavos.

Extraído de C. Gatell, C. García y otros, Sociedades, Ciencias Sociales 1er año,  Madrid, Vicens Vives, 2002.



Los dos textos que acabás de leer son diferentes. “Ser esclavo en Atenas” es un relato imaginario que te permitió conocer la sociedad de su tiempo, a través de las impresiones personales de Licio, y desde el punto de vista de su condición de esclavo. El texto “Atenas: habitantes y ciudadanos”, en cambio, es informativo y describe aspectos generales de la sociedad ateniense.

ACTIVIDAD N°26: Analizá ambos textos y respondé las siguientes preguntas.

1)      Diferenciá los grupos sociales en Atenas
2)     ¿Qué derechos y obligaciones tenía cada grupo?
3)    ¿Qué significaba ser ciudadano?
4)   Organizá un cuadro que tenga dos categorías: ciudadanos y no ciudadanos; nombrá quiénes integran cada grupo y cuáles son derechos y obligaciones.


Ver siguiente: ATENAS CLÁSICA.DEMOCRACIA ATENIENSE

jueves, 10 de mayo de 2012

LAS CIVILIZACIONES DEL MEDITERRÁNEO

VER ANTERIOR: ESTADO EGIPCIO


2.7. Las civilizaciones del mediterráneo

Hace tres mil años el mar mediterráneo se convirtió en el espacio geográfico en el que se desplegaron importantes civilizaciones que pueden considerarse las iniciadoras de la cultura europea occidental. Cretenses, fenicios, griegos y romanos se sucedieron en el dominio de las aguas del Mediterráneo, de sus costas y de sus tierras interiores. Todas organizaron sociedades complejas basadas en el trabajo esclavo. El mediterráneo fue el canal que permitió intercambiar alimentos, nuevas técnicas, objetos artísticos, instituciones políticas, ideas, creencias y formas de vida.

En las sociedades antiguas del Oriente, el Estado ocupaba un lugar central en la organización de la vida económica y social. Los reyes, faraones y sacerdotes eran los propietarios de la mayor parte de las tierras y los responsables de garantizar su fertilidad mediante la construcción de diques y canales de riego; también eran responsables de organizar la producción agrícola, que estaba a cargo de campesinos libres que debían entregarles tributos.

A partir del año 1200 a.C., los pueblos que vivían en las costas del mar Mediterráneo occidental cambiaron su manera de organizarse. Durante 2.000 años, se fue formando una nueva sociedad con los aportes de distintos pueblos. En este proceso histórico se pueden identificar diferentes períodos.
fresco de Cnossos

El primer período, comprendido entre 2000 a.C. y 1200 a.C., corresponde al desarrollo de nuevas sociedades en la isla de Creta y más tarde en Micenas. En estos casos, la organización social y la cultura tuvieron características muy similares a las que simultáneamente se desarrollaban en Oriente.

         En el segundo período, que se inició alrededor de 1200 a.C., se consolidó la nueva sociedad, caracterizada por la existencia de ciudades-estado muy distintas de las de Oriente: las “polis” griegas como Esparta y Atenas (foto). Uno de los cambios más importantes fue que en las polis, la economía y la sociedad dejaron de estar organizadas por un Estado teocrático. En ellas, fueron las familias y los individuos quienes organizaban las actividades económicas y políticas.

El tercer período corresponde a la historia de la antigua Roma, que fue fundada en 750 a.C. Alrededor del año 100 a.C., la sociedad romana llegó a dominar las sociedades de Oriente y muchos de los pueblos establecidos en el actual territorio de Europa occidental. La guerra fue la principal actividad de los romanos. La ciudad-estado de Roma se expandió; en un principio adoptó la forma de gobierno republicano y finalmente se convirtió en un poderoso imperio.

El medio natural en el que se desarrollaron las sociedades del Mediterráneo fue y es muy diferente del medio natural en el que habitaron las sociedades de Oriente. Por lo tanto, la forma distinta en que aprovecharon los recursos y las diferentes actividades económicas que realizaron fueron la base de la conformación de una nueva organización social.

Las sociedades de Oriente, como Egipto y Mesopotamia, construyeron diques y canales para poder contener y aprovechar el agua de los ríos que se desbordaban. En cambio, los pueblos del Mediterráneo no tuvieron que construir obras de riego.  Ambas sociedades tenían como principal actividad económica la agricultura. Sin embargo, en los pueblos del Mediterráneo, las familias eran propietarias de pequeñas extensiones de tierras en las que, además de cereales, cultivaban vides, olivos, árboles frutales y sobre todo, se dedicaban a la práctica de la ganadería.

Para estas nuevas sociedades, el intercambio comercial también fue muy importante. La actividad comercial originó el desarrollo de las artesanías, especialmente la cerámica, y de la metalurgia, que eran los principales productos que intercambiaban.


Adaptado de M. Alonso, R. Elisalde y otros, El origen de la Europa moderna y el mundo contemporáneo. 3er ciclo EGB, Buenos Aires, Aique, 1997.


ACTIVIDAD N° 18:

1.         Volvé a leer el texto y ubicá en el mapa los lugares que se van nombrando.

2.        En el texto se comparan las nuevas sociedades que se desarrollaron en el Mediterráneo con las antiguas sociedades de Oriente. Ordená la información en un cuadro de dos columnas. En una columna ubicá las sociedades de Oriente y en la otra, las del Mediterráneo. En las filas anotá los aspectos que vas a comparar: propiedad de la tierra, organización política y económica, obras de riego, actividades económicas. Completá ambas columnas y luego subrayá con un color los aspectos diferentes entre cada sociedad y con otro color, los similares. ¿En qué aspectos se asemejan ambas sociedades? ¿En cuáles se diferencian?

4.       Escribí un texto breve que señale los aspectos comunes de las sociedades del antiguo Oriente con las del Mediterráneo.

5.       Organizá una línea de tiempo con los periodos en que se desarrollan las civilizaciones del mediterráneo.


VER SIGUIENTE: CIVILIZACIÓN CRETENSE