Los
Estados Provinciales.
Sólo en
la provincia de la Banda Oriental predominaron circunstancias desfavorables a
su permanencia dentro de la comunidad nacional argentina. La incomprensión de
que Artigas había sido víctima por parte del gobierno de Buenos Aires,
convertida luego en abierta hostilidad, predispuso el ánimo de los orientales a
la separación; pero aun así no se hubiera consumado a no mediar más tarde los
intereses británicos que deseaban un puerto en el Río de la Plata que fuera
ajeno tanto a la autoridad del Brasil como a la de la Argentina. Cuando Artigas
fue derrotado por los invasores portugueses en 1820 en la batalla de Tacuarembó,
buscó el apoyo de los caudillos del litoral sin lograrlo. Desapareció entonces de
la escena política, y la Banda Oriental quedó anexada a Portugal, primero, y al
Imperio del Brasil, cuando éste se constituyó en 1822.
Un sector importante, sin embargo, apoyaba el mantenimiento de la
provincia oriental dentro del ámbito de las antiguas Provincias Unidas. En
abril de 1825 treinta y tres orientales reunidos en Buenos Aires a las órdenes
de Juan Antonio Lavalleja desembarcaron en la Banda Oriental, sublevaron la campaña
contra los brasileños y pusieron sitio a Montevideo. Poco después, los rebeldes
reunían un congreso en La Florida y el 25 de agosto declaraban la anexión de la
Banda Oriental a la República de las Provincias Unidas. El congreso nacional,
que por entonces estaba reunido en Buenos Aires, aceptó la anexión, cuyas consecuencias fueron graves: el Imperio del Brasil declaró la guerra al gobierno de
Buenos Aires.
Para esa época, la suerte de los caudillos triunfantes en Cepeda había
cambiado mucho, y con ella la de las provincias que les obedecían. Francisco
Ramírez había declarado la independencia de la "República de Entre Ríos"
en septiembre de 1820, y acariciaba sueños de predominio sobre vastas regiones
y acaso sobre el país entero. Pero ni siquiera logró dominar a Estanislao
López, que se le opuso en Santa Fe. Con la ayuda del chileno José Miguel
Carrera, jefe de una partida de indios que asolaba la campaña bonaerense,
pretendió lanzarse sobre Buenos Aires; pero tuvo que enfrentar primero a López
y fue derrotado.
Bustos, gobernador de Córdoba, que también soñaba con su propia hegemonía,
lo volvió a derrotar, y en la retirada, fue muerto Ramírez cuando se detuvo para
defender a su amante, que lo acompañaba en sus entreveros. Desde entonces,
Entre Ríos se mantuvo dentro de sus límites y, en las luchas por el poder, tuvo
menos peso que Santa Fe, donde Estanislao López afirmaba su dominio y
organizaba a su modo la provincia con la habilidad necesaria para no perder su
autoridad local ni atraerse la cólera de sus rivales vecinos.
Entre ellos, Bustos parecía el más peligroso, porque desde Córdoba
podía aglutinar fácilmente el interior del país contra Buenos Aires. Pero sus
esperanzas se vieron frustradas por otras aspiraciones semejantes a las suyas
en comarcas vecinas. En Santiago del Estero, Felipe Ibarra se había separado de
Tucumán y luchaba al lado de Juan Facundo Quiroga, que desde 1891 dominaba la
provincia de La Rioja. Juntos, se enfrentaron con Catamarca y con Tucumán,
partidarias por entonces de la unión con Buenos Aires, en una sucesión interminable
de luchas en las que se disputaba la hegemonía del norte del país.
Algunas provincias se dieron constituciones o reglamentos provisionales
para fundar un orden dentro de sus límites, generalmente henchidos de declaraciones
no menos utópicas que las que habían caracterizado los documentos de los grupos
porteños, porque no condecían con la pobreza y el escaso desarrollo económico,
social y cultural que las provincias habían alcanzado. Y, de hecho, quienes
lograron mantener la autoridad fueron sólo aquellos que recurrieron a la fuerza
y la mantuvieron por medios despóticos, vigilando estrechamente tanto a sus
adversarios dentro de su área de influencia como a sus rivales de las
provincias vecinas.
No menos grave era la
situación de Cuyo. En Mendoza, las montoneras agitaron la vida de la provincia
hasta que Juan Lavalle impuso su autoridad en 1824. Pero fue grave para ella la
separación de San Juan, donde el gobierno autónomo ejerció una acción esclarecedora
durante el gobierno del general Urdininea y los ministerios de Laprida y Del Carril.
Elevado este último a la gobernación, sancionó en 1825 una constitución
provincial conocida con el nombre de Carta de Mayo, que estableció principios
liberales y progresistas, a los que se opusieron los elementos reaccionarios.
Pero Del Carril triunfó sobre ellos y dejó el recuerdo de una administración
ejemplar.
ACTIVIDAD:
1) Utilizá el mapa y
el texto “Las autonomías provinciales” para identificar los Estados
Provinciales y sus caudillos durante este período.
2) A continuación se
presentan distintas descripciones hechas por historiadores sobre los caudillos.Utilizá
estas fuentes para elaborar una definición personal que defina el concepto “caudillo”.
“Los caudillos surgen como una forma de autoridad más cercana a los problemas de la gente. Los ejércitos gauchos no eran hordas predatorias como las de Atila, sino que estaban estrechamente vinculados a la institución que les había dado origen y que se fortalecía cada vez más: la estancia.
La mayoría de ellos eran terratenientes que se habían destacado en la defensa de las fronteras, en la lucha contra el indio o participando en las luchas por la independencia. La lucha contra el indio importó distintos logros para los valores de los propietarios de entonces: la protección de la sociedad blanca y de la propiedad, la conquista de nuevas tierras y la consolidación de un poder militar capaz de demostrar su importancia en la región[2]”
“…quienes lograron mantener la autoridad fueron sólo aquellos que recurrieron a la fuerza y la mantuvieron por medios despóticos, vigilando estrechamente tanto a sus adversarios dentro de su área de influencia como a sus rivales de las provincias vecinas. [3]“
[1] Schmidt, Roberto: Historia visual de la Argentina, Clarín. Fascículo 36, “Los caudillos provinciales”, p. 487.
[2] PIGNA, Felipe. Los Caudillos. Disponible en: http://www.elhistoriador.com.ar/articulos/era_de_rivadavia/caudillos.php
[3] ROMERO, Jose Luis. Breve historia de la Argentina. Ed. Tierra Firme.Bs.As. 1998.
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