> HISTORIA Y GEOGRAFIA NIVEL MEDIO: junio 2018

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Este blog es un espacio diseñado para los alumnos del nivel medio. Aquí encontrarán programas, contenidos y actividades de la asignatura Historia y Geografía. También podrán acceder a distintos recursos, diarios, películas, videos, textos, música y otros que contextualizan los temas desarrollados en clase.

Prof. Federico Cantó

miércoles, 20 de junio de 2018

POLITICA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN


Política y medios de comunicación.

Los medios de comunicación como espejos de la política argentina.
Autor: Lucía Vincent. Disponible en: noticias.unsam.edu.ar/wp-content/uploads/2016/12/VINCENT.pdf

Todo lo que nosotros sabemos y dejamos de saber sobre los últimos cien años de política argentina está mediado. Lo aprendimos en los textos escolares, lo escuchamos en la mesa familiar, lo leímos en los libros de historia, lo discutimos con compañeros de la facultad, lo vibramos con la literatura. Aún lo que vivimos en carne propia está mediado por nuestra memoria... De todas las mediaciones, hay una que es inexorable: la que realizan los medios de comunicación.

Nuestro imaginario está atravesado por ese gran espejo de la política argentina que son los medios. Pero, claro está, así como los mapas no reproducen de manera perfecta al territorio al que representan, los medios son también espejos particulares: a veces cóncavos, otras convexos, empañados, de colores, de aumento, de bolsillo. Y a veces, se rompen y traen siete años de mala suerte.

Los medios de comunicación en la Argentina han sido actores políticos determinantes que al mismo tiempo fueron funcionales, respondieron y propiciaron cada etapa política. La principal característica ha sido la no institucionalización de reglas claras en el vínculo entre el sistema de medios y el poder político. El comienzo de los primeros ensayos democráticos hace cien años se corresponde con el nacimiento del periodismo industrial desde las redacciones de los numerosos diarios que acompañaron ese tiempo histórico.

Durante el siglo XX, surgieron la radio y la televisión que se sumaron a las lógicas poco transparentes de relación con el poder político. Cien años después, asistimos a la muerte del periodismo industrial por la propagación de los medios digitales. Si no hubo institucionalización hasta ahora, es poco probable que pueda surgir en este nuevo tiempo de medios omnipresentes e inasibles donde impera la "posverdad".

La prensa cumplió el rol, durante todo el siglo XIX, de portavoz de las distintas facciones en conflicto. Se trataba de diarios que estaban dirigidos a grupos muy reducidos de lectores en una sociedad mayormente analfabeta. A fines del siglo XIX y junto con la expansión de la educación y la llegada de oleadas de inmigrantes, comenzó a extenderse una prensa cada vez más masiva: era el tiempo del desarrollo del periodismo industrial.

Para 1916, se había consolidado una prensa ejercida por asalariados de clase media que poblaban las redacciones de los diarios con prácticas profesionales que seguían un ritual que incluía el de la objetividad periodística. Esta tendencia no implicó, sin embargo, la ausencia de compromisos políticos y económicos a favor o en contra de los gobiernos de la época, una característica que signaría a la prensa argentina en particular y a la latinoamericana en general, en contraposición al modelo de prensa independiente del poder político propio de los países anglosajones.

Esta herencia de periodismo partidario quedaría impregnada en la relación entre el poder político y el poder mediático hasta nuestros días. Ya entrado el siglo XX, las dificultades para consolidar un régimen democrático en el país condicionó el desarrollo del sistema de medios, que ya por esos años incluía a la radio y al cine. Los medios derivaron a una lógica del mercado con principios comerciales como los ejes estructurantes de todo el sistema y con vínculos más o menos oscuros con el poder político de turno. La característica central del sistema de medios en Argentina, en oposición a otras regiones del mundo, fue la carencia de regulaciones y de normas claras en la relación entre el poder político y los medios, con un predominio de políticas de comunicación definidas a través de acuerdos por lo general no explícitos entre los gobiernos y los medios de comunicación.

Además, los medios públicos se caracterizaron por ser dependientes de los gobiernos, en lugar de ser medios del Estado con vocación por el interés público. Los tiempos de autoritarismo fueron, sin lugar a dudas, los más condicionantes para el sistema de medios, que se desplegaron tanto como instigadores de los golpes de estado y difusores de la propaganda del poder político de turno hasta como víctimas de la censura, del asesinato de periodistas y de la clausura de medios.
Sin embargo, los periodos democráticos tampoco implicaron aguas tranquilas. Tal vez uno de los periodos más emblemáticos en la relación entre los medios y el poder político haya sido durante las dos primeras presidencias de Juan Domingo Perón, quien comprendió el lugar privilegiado de los medios en la construcción de imaginarios colectivos favorables a su proyecto político: utilizó a la radio y al cine como sus grandes aliados y le dio impulso al nacimiento de la televisión, el medio estrella que signaría el curso de la historia. La información estuvo fuertemente controlada y centralizada, existía un plan de propaganda y un andamiaje de medios propios o cooptados que servían de sustento mediático al gobierno, además de la aplicación de la censura y las expropiaciones a los medios enemigos.

Ya en el último periodo de consolidación democrática posterior a la dictadura militar, la relación entre los gobiernos y los medios también estuvo plagada de tensiones. A partir de 1983, las prácticas del gobierno de Raúl Alfonsín con respecto a los medios eran en general democratizadoras y en favor del pluralismo, aunque el gobierno no logró llevar adelante el proyecto de ley de radiodifusión que se discutió por esos años. Si bien se institucionalizaron ciertas prácticas de vínculo entre los medios y el gobierno (como que el presidente concedía entrevistas a periodistas en general, ofrecía algunas conferencias de prensa, el vocero de la presidencia tenía un contacto habitual con los periodistas y los funcionarios del gobierno se comunicaban con los medios, sin que existiera una fuerte centralización de la información), lo cierto es que el sistema de medios heredado no se modificó para adaptarse a la era democrática.

Los actos públicos con una intensa participación popular se mantuvieron durante todo el gobierno de Alfonsín, pero la televisión comenzó a tener cada vez más peso relativo en la vida política. Hacia el final de su gobierno, al disminuir la participación, los medios, y sobre todo la televisión, dejaron de ser meros intermediarios para convertirse en verdaderos actores políticos con peso propio. Con la pretensión de convertirse en un eslabón imprescindible dentro del sistema republicano, los medios ya no sólo serán necesarios para los políticos durante las campañas electorales, sino que se convertirán en el escenario privilegiado y en verdaderos protagonistas del acontecer político.

El gobierno de Carlos Menem durante la década del ’90 significó que los medios de comunicación, sobre todo la televisión, adquirieran un protagonismo central en la vida política argentina, con un presidente que se adaptó a la lógica audiovisual y que utilizó a los medios como su forma privilegiada de contacto con la ciudadanía. Este gobierno se caracterizó por políticas de radiodifusión que tendieron a la privatización de medios y la consolidación de un sistema de medios concentrado e hipercomercial. Sin embargo, las políticas de radiodifusión fuertemente privatistas no le aseguraron al gobierno de Menem aliados mediáticos durante todo el periodo, sino que agigantaron el poder de esos medios concentrados.

Durante los años del menemismo, los medios ventilaron numerosos escándalos de corrupción, que monopolizaron las publicaciones de los diarios y los programas de televisión. Por primera vez, se desplegaba cierto periodismo de investigación, que nunca terminó de afianzarse. Al finalizar el gobierno, la televisión acentuaba el desprestigio de Menem al igual que el de las instituciones políticas en general, mientras que los medios acumulaban cada vez más poder y prestigio entre la opinión pública.

Su sucesor, Fernando De la Rúa, fue un presidente que buscó adaptarse a las lógicas impuestas por los medios, pero a quien las estrategias del marketing no le alcanzaron para suplir las limitaciones de su liderazgo y de su gobierno. Tuvo la intención inicial de modificar la ley de radiodifusión que seguía vigente desde la dictadura, además de darles más peso a los medios públicos para que pudieran competir en mejores condiciones con los nuevos multimedios que habían surgido durante el menemismo. Sin embargo, este proyecto nunca llegó a concretarse. La caída del gobierno de la Alianza fue, de alguna manera, potenciada por los medios, que se convirtieron en el lugar privilegiado para la crítica y la denuncia de las fallas del gobierno. De la Rúa terminó huyendo en helicóptero frente a las cámaras de televisión, en medio de una profunda crisis de representación que afectó a todas las instituciones políticas, incluidos los propios medios. El gobierno posterior a esta crisis, el de Eduardo Duhalde, implicó la mayor alianza entre el poder político y el poder mediático, con medidas por parte del gobierno que beneficiaron a los medios endeudados, que por su parte se contuvieron en sus noticias para no perjudicar al presidente.

El periodo de Néstor y Cristina Kirchner se caracterizó, entre otros elementos, por generar el mayor conflicto entre un gobierno y los medios desde el retorno de la democracia. La política de Kirchner en relación con los medios a partir de 2003 se basó en un discurso de confrontación y de denuncia sobre su rol dentro de la sociedad. Con reminiscencias del primer peronismo, el presidente pretendió quitarle a los medios el lugar simbólico de mediadores privilegiados entre el poder político y la opinión pública, buscó deslegitimarlos en su papel republicano de “cuarto poder” encargado de fiscalizar las acciones del gobierno y desacreditó a aquellos medios o periodistas que se autodefinían como prensa independiente, para devolverles el lugar histórico reservado a la prensa partidaria.

Kirchner atacó a los medios que consideró opositores de manera explícita y pretendió contar con la iniciativa a la hora de fijar la agenda de temas de interés público, controlando la información que brindaba el gobierno y los tiempos de difusión. Sin embargo, en lo que refiere a políticas de comunicación que implicaran un cambio en comparación con lo heredado de las administraciones anteriores, el gobierno de Kirchner mantuvo la discrecionalidad en el manejo de la radiodifusión y benefició con sus medidas a los grandes medios. No implicó entonces una institucionalización de las prácticas de comunicación del gobierno, un fortalecimiento de las mediaciones políticas como los partidos políticos, una democratización del sistema de medios ni una mayor participación ciudadana basada en una comunicación transparente y plural entre las instituciones políticas y la sociedad.

El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner heredó de su antecesor una situación conflictiva entre el gobierno y los medios de comunicación que, lejos de apaciguarse, se vio profundizada durante su mandato. La disputa por la mediación entre el gobierno y los medios opositores se convirtió en el epicentro de toda la política argentina con la aprobación, en 2009, de la nueva ley de servicios audiovisuales, que lejos estuvo de calmar las aguas.

Mauricio Macri llegó a la presidencia el 10 de diciembre de 2015 con la promesa de un "cambio" con respecto al periodo anterior. Tanto la campaña electoral como los primeros tiempos del nuevo gobierno pretendieron una "vuelta a la normalidad" luego de los niveles de confrontación durante el kirchnerismo. Con relación a los medios de comunicación, esta recomposición del vínculo entre los medios y el poder político se da en un nuevo contexto de fuerte expansión de los medios digitales y su impacto en las formas de hacer periodismo.

El nuevo reinado de los medios digitales generó una serie de consecuencias en el mundo de la comunicación masiva, que aún se encuentra en pleno proceso de transformación. Los medios de comunicación se basaron históricamente en el flujo unidireccional de la información, sin embargo, con la irrupción de los medios digitales, los medios tradicionales comenzaron a perder el monopolio en la intermediación masiva: se pierde la asimetría entre productores y consumidores de la información y, potencialmente, cualquiera con acceso a Internet es capaz de generar contenidos e impactar en la opinión pública.

La imagen de la tradicional redacción de un diario donde se conglomeraban quienes ejercían el oficio del periodismo se ve desdibujada junto con los principios que regían esas prácticas. Surgen nuevos conceptos, como el de la "posverdad", que aluden a que todo vale en la política de estos tiempos, incluso la lejanía con la realidad. Mientras tanto, el nuevo gobierno hace alarde de conocer y utilizar en su favor estas nuevas dinámicas, con un equipo de comunicación más especializado en el uso de Facebook que en establecer dinámicas tradicionales de vínculo con los medios tradicionales.

A cien años de los primeros intentos democráticos en Argentina, el espejo siempre distorsionado que son los medios de comunicación devuelven una imagen de fuerte expansión de los nuevos medios digitales, sin que el periodo anterior haya implicado una consolidación del juego entre el poder mediático y el poder político con reglas claras y transparentes. Fueron entonces cien años que vieron el nacimiento y la muerte del periodismo industrial, mientras que la etapa que se abre deja más preguntas que respuestas sobre el rol inasible de medios omnipresentes y con parámetros novedosos y desafiantes.

Actividad:
Modalidad: Trabajo grupal hasta 5 integrantes.

a)     Organicen en una línea de tiempo la evolución de la relación entre política y medios de comunicación de acuerdo a lo propuesto por la autora.
b)     Seleccionen un período e investiguen cuales eran los medios de comunicación mas importantes del período.
c)     Seleccionen una tapa de diario correspondiente al período y analicen su contenido. Pueden encontrar algunas tapas en el siguiente enlace: http://diarioshistoricos.blogspot.com.ar/
d)     Elaboren una conclusión a partir de lo trabajado en el texto vinculándolo con la información de la portada del diario.
e)     El trabajo será expuesto de manera oral a la clase.

Pautas para la evaluación:
·       Presentación de la línea de tiempo.
·       Presentación de imágenes de la portada seleccionada.
·       Pertinencia de la información presentada.
·       Exposición oral adecuada de los integrantes
·       Organización del grupo al momento de la exposición.
·       Elaboración de conclusiones que integren el texto a la información de la portada.
·       Duración de la presentación: 10´ minutos.

PARTIDOS POLÍTICOS Y GRUPOS DE PRESIÓN


 PARTIDOS POLÍTICOS Y GRUPOS DE PRESIÓN

Autor: Guillermo Virgili, publicado en Prensario educativo. Disponible en: http://prensario.blogspot.com.ar/2008/03/partidos-polticos-y-grupos-de-presin.html

En toda sociedad existen diferentes centros de autoridad de los que emanan decisiones sobre las cuales se fundan las relaciones públicas y privadas. En general esos centros de poder se encuentran institucionalizados y encuadrados en los límites legales, conformando órganos estatales, que ejercen el poder dentro de procedimientos reglados. A partir de allí existen instituciones como la presidencia de la nación, legislaturas, o tribunales, que están ocupados por personas investidas de autoridad legal, y poseen mecanismos de producción de decisiones. Esta es la versión institucional o jurídica de quienes ejercen el poder.
Normalmente las personas que acceden a los cargos públicos, lo hacen a través de los partidos políticos, o sea aquellas asociaciones de ciudadanos conformadas para la participación en la acción política y en las elecciones a fin de lograr cargos públicos para la realización de los fines que le son propios, o sea su programa de gobierno, para lo cual se organizan con cuadros administrativos, órganos directivos y la participación de una masa de afiliados o adherentes.
Pero más allá de los partidos políticos, existen en la sociedad otras formas o procesos de formación de las decisiones, que constituyen influencias que se ejercen sobre la voluntad de los que detentan el poder institucionalizado para que sus resoluciones sean acordes a sus principios o respondan a los intereses económicos o sociales determinados. Son agrupaciones que directa o indirectamente inciden sobre la voluntad de los políticos, con el objetivo de influir en sus decisiones, y se denominan grupos de presión.
Se entiende por tales a los grupos de individuos que persiguen fines particulares comunes, que influyen sobre la decisión de los órganos estatales, la opinión pública y los partidos políticos y sus integrantes, con el propósito de conseguir el logro de dichos fines pero sin asumir la responsabilidad de la decisión política, y sin buscar ocupar los cargos públicos.
Los ejemplos más comunes de grupos de presión, son los factores de poder económicos, sociales, religiosos, militares, culturales, raciales, periodísticos, o inclusive internacionales, ya que un Estado o grupo de Estados, o un organismo internacional pueden buscar influir en las decisiones de otro Estado. También puede haber presiones o influencias entre organismos estatales, como de un poder del Estado a otro, de las fuerzas armadas, o de determinado ministerio sobre legisladores.
El grupo de presión es un conjunto de personas interrelacionadas que para servir un interés material o ideológico, actúan directa o indirectamente sobre los titulares de los órganos del Estado para que sus decisiones los favorezcan, o favorezcan determinado interés. Este se diferencia del simple grupo de interés, que aunque similar no es igual al anterior. El grupo de interés es un conjunto de individuos que poseen caracteres comunes, como puede ser la pertenencia a una raza, a un credo religioso, a una actividad profesional, ser de una nacionalidad determinada, o residir en cierta región, que toman forma de organización para lograr beneficios materiales o ideológicos, pero sin pretender influir en las decisiones de los órganos del Estado.
Los grupos de interés se transforman en grupos de presión a partir del momento en que sus integrantes actúan sobre los mecanismos gubernamentales para lograr sus objetivos grupales, o imponer sus reivindicaciones o aspiraciones. Por lo tanto se puede afirmar que se denominan grupos de presión a los grupos de interés que han entrado en acción política.
Uno de los términos más usados para hablar de influencia y de presión sobre los poderes públicos, es el de¨lobby¨, término inglés que designa literalmente a los corredores, pasillos o salas de espera donde pueden tener acceso los que no son miembros de una legislatura. Para designar las conversaciones que se tienen en esos pasillos, se denomina ¨lobby¨ a las maniobras de los que buscan influir sobre el poder legislativo, y también a las acciones realizadas ante una autoridad para incidir en las decisiones, y a los grupos que presionan de esa manera a los poderes públicos.
Existe una relación muy estrecha entre algunos partidos políticos y algunos los grupos de presión. Existen grupos de presión permanentes como los sindicatos o las asociaciones empresariales, que ocasionalmente influyen en los partidos políticos, y otros que se constituyen especialmente para lograr algunas medidas puntuales, como agrupaciones de productores para la abolición de determinado impuesto, o de consumidores perjudicados por alguna medida gubernamental, y que cumplido su objetivo se disuelven. También existen casos de partidos políticos que llevan en su programa de gobierno la totalidad de las reivindicaciones de los grupos de presión, o integran en sus cuadros a integrantes de los grupos de presión, o directamente éstos se transforman en partidos políticos, como por ejemplo algunos partidos laboristas, integrados casi totalmente por sindicalistas.
Pero más allá de esas similitudes, la diferencia esencial entre el grupo de presión y el partido político reside en que el primero tiene siempre un interés particular o sectorial, en tanto que el segundo busca integrarse a la política nacional para dar soluciones globales a la sociedad. Mientras los grupos de presión tienen como fin la influencia sobre el poder, el partido político integra ciudadanos a los cuadros estatales.

Actividades:
1)     Definí e identificá las características de: a) Partido político; b) Grupo de interés; c) Grupo de presión.
2)     A partir de de la lectura del texto investigá algún grupo de presión de la argentina. Identificalo y describí quienes lo forman, que interés los impulsa y como han intervenido o influenciado en la realidad nacional.

LEGITIMIDAD DEL PODER POLÍTICO


1.1.         La legitimidad del poder político.

El poder, considerado desde su dimensión social se refiere a la “capacidad de hacer” y, por otra parte, a la “capacidad de influir en la conducta de otros”. El poder político es la potestad de mandar y ser obedecido por la mayor parte de una población. En general, usamos esta expresión en relación con una autoridad de gobierno de un país o una localidad.
Existen elementos concretos y representaciones simbólicas que ayudan a ejercer el poder: fuerza, costumbres, leyes, prestigio, riqueza. Sin embargo, el poder no es algo que se posee sino una relación social dentro de un grupo. Para ejercer el poder son necesarias dos condiciones: que quien posee el poder quiera ejercerlo y que otros estén dispuestos a obedecerlo. Sin estas condiciones el ejercicio del poder es imposible.
Existen tres formas tradicionales de ejercer el poder:
a)         La persuasión: convencer al otro que hacer lo que se le indica es para su propio beneficio.
b)         La manipulación: dirigir la conducta de una persona sin que ella se de cuenta.
c)         La coerción: obligar a alguien a comportarse de determinada manera por la fuerza y contra su voluntad.
A continuación se presenta un ensayo periodístico donde se analiza la legitimidad del poder político en la Argentina a partir del retorno a la democracia y se proponen alguna actividades para su análisis.

¿Cómo se legitima un gobierno?

 

29 septiembre, 2016 por Redacción La Tinta
Disponible en: https://latinta.com.ar/2016/09/como-se-legitima-un-gobierno/. Última consulta 16/03/2018
Existe una pregunta que el ser humano ha tratado de responder innumerables veces desde que vive en comunidad. La pregunta es simple, sencilla e irresoluble: ¿por qué miles, millones de personas aceptan vivir bajo el mando de otra persona? Una de las respuestas más lúcidas podemos encontrarla en Max Weber y aplicarla a nuestra actualidad: las democracias contemporáneas se legitiman por un criterio racional-legal. Por ejemplo: “el gobernante manda porque lo dice la ley” y esa ley que fue aprobada en un parlamento elegido democráticamente es la mejor forma de disponer de unos medios (coerción estatal) para lograr unos fines concretos (seguridad, libertad,etc.).”
Lo que nos queremos preguntar es cómo los gobiernos logran esa legitimidad; es decir, cómo mantienen lo mágico, lo sublime de la dominación, detrás de un velo construido por y para la política. Si aceptamos que la legitimidad fundante de las democracias actuales es la legitimidad legal-racional, queremos saber con qué dispositivos de legitimidad cuenta un gobierno para sostenerse en democracia.
Podemos aventurarnos y decir que, a partir de la experiencia de los gobiernos democráticos en los siglos XX y XXI, se encuentran tres fuentes: la violencia, el apoyo popular y la red institucional. Estas tres fuentes pueden articularse de forma libre y creativa, pueden coexistir en un mismo tiempo o pueden existir de forma dual. Pero sólo basta construir y/o mantener una para gobernar.
Por violencia como forma de legitimidad entendemos la noción de un gobierno democrático que recurre a ella como primera medida, aún antes de la pregunta y el cuestionamiento, antes de la mediación. La violencia está en el protocolo, en la ley, en las palabras, en el sentido común del gobierno que acciona mecanismos violentos pero legítimos ante manifestaciones, demandas, vulnerabilidades o sectores determinados de la sociedad.
La segunda fuente de legitimidad es el apoyo popular. Con apoyo popular nos referimos a la sinergia producida por la unión formal o informal de movimientos sociales, organizaciones políticas de base y la ciudadanía en general, que se moviliza detrás de un proyecto compartido y posible.
Por último, la red institucional es la articulación de apoyos logrados en la cima de la pirámide socioeconómica. Los actores que conforman esa red institucional se traducen en medios de comunicación hegemónicos, lobistas, el Poder Judicial, el poder financiero internacional, líderes de partidos políticos tradicionales, empresas transnacionales que ocupan posiciones estratégicas en la producción y la prestación de servicios, líderes políticos sin base social, establishment y creadores de sentido común, entre otros.
Los anteriores son tipos puros que se dosifican, que adquieren relevancia en algún momento y desaparecen en otros. Pero, sin embargo, es posible identificarlos en todos los gobiernos democráticos de Occidente y, por supuesto, en el caso argentino.
Podemos comenzar con la vuelta a la democracia en 1983. Con sutileza y paciencia, Raúl Alfonsín supo ir desprendiéndose de la violencia enraizada en el modo de gobierno y, en base a un fuerte apoyo popular, sortear tres grandes enemigos: las protocorporaciones, la presión militar y el nuevo escenario de demandas sociales y políticas que se abría luego de un largo periodo de violencia y exclusión.
La presidencia de Menem se basó fundamentalmente en la construcción de una red institucional que durante el periodo 1989-1993 mantuvo un gran apoyo popular. La curva de decrecimiento de ese apoyo fue reemplazada por un armazón sólido y voluminoso de respaldo mediático, patronal y de las grandes empresas (financieras y trasnacionales). Hacia el fin del mandato, se pudo observar un quiebre definitivo del apoyo popular y cierto agotamiento de esa red institucional, particularmente del capital financiero y de las empresas trasnacionales que ocupaban posiciones estratégicas en el mercado argentino. Este agotamiento no fue causado por un viraje en la forma y contenido de la política de Carlos Menem sino, simplemente, por el agotamiento de un modelo de extracción de ganancias siderales que comenzó a encontrar su fin involuntario hacia 1997.
El gobierno de De la Rúa se asentó en una promesa de red institucional y el despliegue de violencia, que tuvo su clímax en diciembre de 2001. Lo mismo ocurrió con Eduardo Duhalde: su mantenimiento en el poder se logró merced de un despliegue enorme y visible de violencia de gobierno sumado a un mejor armado de la red institucional, mucho más local y tradicionalista que durante el delarruismo.
La llegada de Néstor Kirchner en 2003, con poco más del 22 por ciento, marcó un claro desafío: ¿cómo gobernar sin apoyo popular, sin violencia manifiesta y con una red institucional que se relacionaba más con Menem (que había renunciado al balotage) que con el santacruceño?
El primer intento, sumamente exitoso, fue construir gobernabilidad en base al armado de una red institucional, que se dio a conocer como transversabilidad. Kirchner supo ir despojándose del armado heredado basado en la violencia manifiesta del gobierno y conformar una red política que articuló, sobre la base de la red institucional, el apoyo popular. De esta forma, en lugar de reprimir los “piquetes”, Kirchner optó por una estrategia conciliatoria y de cooptación de los referentes de los movimientos sociales. Pero como el apoyo popular tiene una curva de ascendencia progresiva, su mayor adhesión se dio después de su gobierno. Sólo para ilustrar lo dicho, podemos decir que la mayor concentración popular en torno a Néstor Kirchner ocurrió el día de su muerte.
El gobierno de Kirchner estuvo apoyado, fundamentalmente, por una red institucional gobernada por actores como la CGT, los medios de comunicación, los gobiernos de la región, la banca internacional y los CEO de las principales empresas nacionales en manos privadas extranjeras. Situación que fue modificándose y desarticulándose hacia el fin de su mandato, cuando el apoyo popular comenzó a tomar mayor protagonismo.
La llegada de Cristina Fernández de Kirchner en 2007 concentró el goce de la legitimidad popular heredada. El armado de la red institucional, basada en una débil y conveniente alianza entre la alta burguesía nacional (Fiat, Acindar, Techint) y la alta política (cúpula de la CGT y radicalismo), heredada de Néstor Kirchner, fue rápidamente desquebrajándose.
La pérdida de aliados políticos, económicos y culturales no fue debidamente reemplazada. El reemplazo de Hugo Moyano por Antonio Caló, de Clarín por satélites comunicacionales (678, TV Pública, comunicación popular) y de la alta burguesía argentina por el impulso del Estado como principal actor económico, llevó al debilitamiento de la red institucional al punto que, para lograr el mismo cometido, se institucionalizó todo ese apoyo popular que iba creciendo desde 2003 en una organización política: La Cámpora.
Ese apoyo popular fue, en la segunda presidencia de Cristina, el elemento basal sobre el cual se impulsaron políticas públicas transformadoras de las reglas de juego y de esa red institucional que iba desangrándose. Así, las políticas públicas fueron directamente a chocar contra los intereses de los principales actores de la red institucional que formaron parte del kirchnerismo (Clarín, el “campo”, capitales españoles en YPF y Aerolíneas Argentinas). La magnitud de esos cambios en las reglas de juego, si bien revolvió el tablero político e institucional, no encontró obstáculos en la ciudadanía, ya que era el principal apoyo de Cristina.
La inmensidad del apoyo popular obnubiló lo que ocurría en la alta política. Como dice Karl Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, entre las orgías nocturnas se iba diseñando el golpe de Estado. La soledad política y el éxodo de la alta política cercaron el futuro de Cristina Fernández. Se puede gobernar con una sola fuente de legitimidad, por supuesto. Lo que no puede hacerse es ganar una elección. Y eso pasó en 2015. Una sola variable le valió a Daniel Scioli, candidato indirecto de Cristina, una casi presidencia. Pero no fue suficiente. El nuevo armado institucional de Mauricio Macri, reflejado en la alianza Cambiemos, logró imponerse junto a una promesa oculta de violencia legítima y un apoyo popular negativo.
La llegada de expresidente de Boca al poder nos muestra un gobierno apoyado por una excelente articulación de la red institucional, que recoge heridos y odios del proceso anterior pero suma otros actores. Así, la red institucional se compone del “campo” y las Fuerzas Armadas —en representación de los sectores económicos y simbólicos históricamente dominantes—, de Clarín, La Nación y las “divas” televisivas que manejan la comunicación, y de la alta política nucleada en torno a la cúpula radical de extracción alvearista, Sergio Massa, Elisa Carrió y cierta diáspora del PJ ansioso y poco convencido.
Como contraparte, Macri carece de apoyo popular. Más allá de haber ganado una elección, la alianza Cambiemos cuenta con un apoyo popular negativo; es decir, un apoyo proveniente del desencantamiento y hastío por el gobierno anterior que difícilmente pueda re-encantarse con el proyecto de Cambiemos. Sólo basta comparar el tradicional paseo por Avenida de Mayo que realiza el Presidente ante el inicio de las sesiones legislativas cada primero de marzo: Macri es un político antimovilización que cumple con su promesa de no hacer política porque está corrompida. No existe, en el macrismo, la posibilidad de constituir un sujeto histórico, de empoderar a sectores sociales para que se articulen en defensa de un “algo” que representa la alianza Cambiemos. Los sectores detrás del macrismo se unen en el odio al pasado reciente, en el desprecio por la política.Su apoyo popular es individual, sin colores, sin amores.
Entonces, la alianza Cambiemos se legitima sobre una red institucional que ya comienza a mostrar traiciones y fracturas, y que difícilmente pueda ser reemplazada por un apoyo popular masivo y consistente. Hay un desangre de la red institucional que se refleja en las traiciones, abandonos, demoras y desligues de los sectores tradicionales, concentrados y hegemónicos, a los que Macri apostó y que le permitieron ganar su elección. La devolución de favores no se demoró. Rápidamente devaluó el peso alrededor de un 60 por ciento, ganancia extraordinaria para los grandes sectores agro-exportadores que no respondieron como esperaba el macrismo. Primera traición.
La segunda fue la de los grandes capitales internacionales que auguraban una lluvia de inversiones si el país se transformaba en “creíble”, escenario donde el macrismo irrumpió con gran eficacia. Pagó deuda, pagó a fondos buitre, pagó comisiones, intereses, abogados. Pagó y regaló todo. Y las inversiones aún están en duda. Prat Gay resolvió esa traición aumentando la deuda externa 33 mil millones de dólares en sólo seis meses.
La tercera traición está en proceso y abarca al universo mediático. El macrismo derogó la Ley de Medios, devolviendo el trono al multimedio Clarín. El apoyo mediático aún vigente de Clarín y La Nación, ante noticias que no pueden ocultarse, comienza a ser mucho más “neutral” y desde lejos. No es casual que Mirtha Legrand y otros personajes frívolos de los medios comiencen a decir que se “sienten traicionados” por Macri porque le creyeron y “no está cumpliendo”.
La cuarta traición de la red institucional se encuentra en la red política. Radicales y personajes de la política se distancian, y en muchos casos rompen, con el macrismo. Muchos radicales que apoyaron la alianza Cambiemos ya se muestran víctimas de un engaño y están a la espera de una estocada final para huir del barco. Sergio Massa asumirá su rol opositor activo cuando la pasividad deje de rendirle frutos de manera gratuita. Y Elisa Carrió se sumará a otra alianza política cuando aparezca un mejor postor.
La última traición es la de la alta burguesía (si es que existe esa categoría en nuestro país). Es una traición que sucede dentro de una élite sin nacionalidad ni amores: los Rocca, los Bulgheroni, los Rattazzi se consideran a sí mismos como los exponentes de la tradición burguesa industrial local y no aceptan al clan Macri, por considerarlo “la tanada” arribista que aumentó su fortuna a costa del Estado nacional en la década del ‘80.
Tantas traiciones, tantas heridas en la red institucional, terminará por destruirla. Y ante la ausencia de un apoyo popular real sólo resta una forma de legitimidad: la violencia.
En relación a la violencia de gobierno, Cambiemos apareció en escena con un lenguaje limpio, moral, neutro. Tan solo un lenguaje. Su práctica política violenta es el cinismo, la violencia sublime, silenciosa, imposible de responder, imposible de denunciar. Las contradicciones entre discurso y realidad son palpables y duelen a los sectores populares. Pero ese cinismo es difícilmente combatible. ¿Cómo se la denuncia a Juliana Awada en “patas” cuando el Presidente nos dice que debemos hacer un esfuerzo para ahorrar gas?
Esas muestras de cinismo no son una política pública; por lo tanto, no admiten una huelga, una manifestación, un debate, sino tan solo la desesperanza de no poder hacer nada. La defensa que nos queda ante esa política violenta del gobierno es una triste burla tinellesca, tan efímera y superficial como un mensaje de hastío en las redes sociales.
Este es el segundo semestre tan prometido. Un semestre de desarticulación institucional, de inactividad popular y de resguardo en la violencia.


Actividades:
1)     Explicá a que se refiere el concepto de “legitimidad” del poder.
2)     Identificá y describí cuales son las fuentes de legitimidad que menciona el artículo.
3)     Describí las fuentes de legitimidad y su dinámica en cada uno de los gobiernos desde el retorno de la democracia hasta la actualidad.
4)     Argumentá tu opinión acerca del contenido del ensayo periodístico.


LOS PARTIDOS POLÍTICOS


LOS PARTIDOS POLÍTICOS

La expresión “Partido Político” hace referencia a “parte de lo político”, es decir, a una parte de la vida política, relacionada con el poder en una comunidad organizada. Esta referencia a una parte de lo político es una condición necesaria de la democracia: el pluralismo. En toda sociedad conviven diferentes intereses y puntos de vista. A veces, enfrentados. La democracia  es el sistema que permite que esta pluralidad de voces se exprese pacíficamente reduciendo los conflictos en busca de conseguir un acuerdo.
En la democracia, los partidos políticos, son organizaciones que se formaron y desarrollaron a medida que se establecieron las democracias representativas modernas a partir de fines del siglo XVIII. Con el paso del tiempo, se fueron ampliando los derechos y los partidos políticos fueron cambiando su organización y funciones.
Una posible definición de partido político seria que es una agrupación de individuos que se reúnen por voluntad propia para influir en las decisiones de gobierno y llegar a ocupar lugares de poder, cargos electivos, en el Estado.
Con respecto a sus funciones, su principal objetivo es canalizar los intereses de distitntos sectores de la ciudadanía. Pero, además, organizan un conjunto de intereses e ideas sobre como debe organizarse una sociedad. Estas ideas organizadas se presentan en su “plataforma política”.
Desde el punto de vista de su organización interna elaboraron una estructura duradera y bastante estable. Los partidos políticos no se crean para una elección ni cambian su estructura constantemente. Por el contrario, son organizaciones complejas, fuertemente jerarquizadas. Para comprender su funcionamiento interno hay que analizar las relaciones de poder hacia dentro del partido.
 El partido esta formado por personas que formalmente lo integran, otros se vinculan de manera externa. Existen dos grandes grupos que lo componen.
a)   Los simpatizantes: Son aquellas personas que se sienten representados por las ideas de un partido político y lo manifiestan públicamente. Son votantes fieles, que se sienten cercanos a su organización.
b)   Los afiliados: Son personas que están afiliadas, asociadas, a la organización partidaria. Es decir, tienen un compromiso formal con el partido. La asociación se formaliza mediante la firma de una ficha que tiene valor legar para participar en las decisiones y acciones de un partido político. Según el grado de compromiso y participación podemos establecer diferencias entre los afiliados.
Los dirigentes locales, controlan recursos del partido o del Estado en un nivel municipal o barrial. Se encargan de los locales partidarios y pueden ocupar cargos legislativos o ejecutivos. En este grupo encontramos a los “punteros políticos” que se ocupan de organizar a cierta cantidad de afiliados y atraer simpatizantes mediante la distribución de recursos, de forma personalizada.
Los dirigentes partidarios, manejan los recursos esenciales para los partidos políticos, tanto económicos como de poder. Por lo general, son los que ocupan puestos de poder, altos cargos, en el poder ejecutivo y el legislativo.
Por último, destacan los dirigentes partidarios, éstos son los que destacan dentro de los dirigentes por su carisma y su capacidad para establecer relaciones con los integrantes del partido, de otros partidos, los medios de comunicación, los sectores económicos y figuras destacadas en el plano internacional.

Actividades: A partir de la lectura del texto organiza un cuadro sinóptico donde expliques el tema. Para confeccionarlo tené en cuenta que debe incluir: Definición precisa de “partido politico”, origen de los partidos políticos, funciones, integrantes.