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Este blog es un espacio diseñado para los alumnos del nivel medio. Aquí encontrarán programas, contenidos y actividades de la asignatura Historia y Geografía. También podrán acceder a distintos recursos, diarios, películas, videos, textos, música y otros que contextualizan los temas desarrollados en clase.

Prof. Federico Cantó

martes, 11 de febrero de 2014

ANTECEDENTES DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO, CARTA DEL VIRREY CISNEROS.

Ver: DOCUMENTOS: ANTECEDENTES DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO
Ver siguiente: LA SEMANA DE MAYO.

Carta del Virrey Cisneros a Martín Garay de 3 de Enero de 1810. 

En enero de 1810 el Virrey del Río de la Plata, Baltasar Hidalgo de Cisneros se dirige por carta al Secretario de la Junta Central de Sevilla donde le describe el estado de ebullición en que se encuentra la sociedad colonial.


"....La fermentación en que últimamente se había puesto este pueblo, según manifesté a Vuestra Excelencia en fecha 25 del pasado, promoviéndose especies sediciosas contra el gobierno de que públicamente se habla en los cafés y tertulias, me puso en la precisión de establecer un juzgado de vigilancia, a cargo del activo y celoso fiscal del crimen de esta real audiencia, don Antonio Caspe, con tan buenos resultados que no sólo se ha logrado cortar aquel pernicioso cáncer, sino que se ha descubierto (cosa no común) el autor de varios anónimos seductivos y diabólicos que se esparcían en esta ciudad y se remitían a las interiores, era un maestro en la escuela llamado don Francisco Javier Argerich y uno de sus discípulos el que los escribía y el que lo delató, pero tuvo aviso y fugó antes que se le averiguase y persiguiese..." 

(Mayo documental documento nº 1300, t X, p 327, Archivo General de Indias) 

LA JABONERÍA DE VIEYTES, ANTECEDENTES DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO.

Ver: Documentos sobre los antecedentes de la Revolución de Mayo.
Ver: LA JABONERÍA DE VIEYTES Y EL CAFÉ DE MARCO


En Buenos Aires, a comienzos de 1800,  eran frecuentes las reuniones en salones de casas privadas donde se hablaba sobre las novedades sociales y políticas; locales y europeas llamadas "tertulias".Una de las sedes más conocidas de estas reuniones en la primera década del siglo XIX, fue la llamada "jabonería de Vieytes", en lo que era una fábrica de jabón perteneciente a Nicolás Rodríguez Peña y a Hipólito Vieytes. Allí se reunían los patriotas desde 1809, donde debatían acerca del futuro del Virreinato del Río de la Plata. Así recordaba esas reuniones Tomas Guido, militar, político y diplomático criollo:

"La casa del señor Vieytes en la calle Venezuela, y la de Nicolás Rodríguez Peña, en la calle de la Piedad, tras de la iglesia de la San Miguel, servían frecuentemente de punto de unión a los iniciados en el pensamiento de formar un gobierno independiente de la antigua metrópoli. Se inventaban excursiones al campo y partidas de caza para disfrazar el verdadero intento de este figurado pasatiempo..."

Guido, Tomás, 25 de mayo de 1810. Reseña histórica por el brigadier Tomás Guido. Montevideo, mayo 185

ACTIVIDAD:



  • Justificá la afirmación: " Las "tertulias" impulsaron la acción revolucionaria"





LA JABONERÍA DE VIEYTES Y EL CAFÉ DE MARCO

La llamada Jabonería de Vieytes -que como tal funcionó menos de dos años y fue seguramente una pantalla para encubrir las reuniones de los patriotas de Mayo,fue embargada durante el interinato virreinal de Santiago de Liniers. Sucedió en la jornada de la Nochebuena de 1808 mientras el propietario del inmueble, el subteniente de blandengues Nicolás Rodríguez Peña, padecía de nefritis aguda encarcelado en el cuartel de cántabros. 

Se lo sospechaba un revolucionario en inteligencia con su hermano Saturnino, aquel que había ayudado a fugarse al invasor William Carr Beresford. Saturnino Rodríguez Peña había remitido desde Río de Janeiro cartas comprometedoras con un emisario británico: el joven cirujano Diego Paroissien. Años después, sobre el mobiliario y gran biblioteca de la casa-vivienda de esa fábrica -que constituía el hogar del patricio Hipólito Vieytes, responsable industrial de los mejores jabones y velas de la ciudad, pero dueño de esos bienes personales- cayó la garra apropiadora de la Comisión de Secuestros surgida a consecuencia del golpe de abril de 1815 asestado contra el gobierno de Carlos María de Alvear.

El llamado Café de Marcos o de Mallco, en los tiempos de Mayo y casi al pie de San Ignacio, a un paso del Cabildo, era considerado una especie de tribuna abierta y nada escondida para la juventud amante de la exposición rebelde y polémica. Fue clausurado el 1º de enero de 1809 por el virrey Liniers.

Durante los cuatro años y algunos meses que Vieytes editó el Semanario de la Industria y Comercio -primer periódico escrito por un nativo- arrendó una casa de la viuda de un tal Miguel Alvarez en la calle San Juan, hoy Esmeralda, vereda oeste, entre las actuales Sarmiento y Perón. Allí funcionó la redacción de su periódico, pero, las invasiones inglesas, si bien concluyeron con la edición, despertaron a la vez la confianza de los combatientes de todo orden -ya fuera con las armas o con la pluma- para emprender planes independistas. En lo que fue la redacción y casa de Vieytes se concretaron las primeras reuniones de quienes decidieron acabar con la sujeción a la corona española.

El por entonces acaudalado Nicolás Rodríguez Peña propuso tener una sede más apartada para las tertulias secretas e iniciar a la vez una lucrativa actividad industrial que aprovechara el ingenio desplegado -entre muchos otros temas progresistas- por el impulsivo editor del semanario. El mismo Rodríguez Peña se propuso como socio de capital para que Vieytes fabricara jabón y velas con los métodos que había proclamado en el periódico. Dieron con una casa de la entonces calle de San Bartolomé, en la vereda que miraba al Norte (luego Agüero y actualmente México), propiedad que había sido conocida como la panadería de Videla. Estaba algo abandonada y habitada por seis negras libres, y quedaba a mitad de cuadra entre las hoy calles Lima y Bernardo de Irigoyen. Era una propiedad muy aislada porque un bajío y La Zanja -así llamada- a la que aprovisionaba para echar al río las aguas de lluvia, se interponían camino del Cabildo. La casa necesitaba ser remodelada para cumplir su función industrial y de vivienda, y así fuera habitable por la familia de Vieytes.

No habían logrado todavía curarse algunos heridos de la segunda invasión inglesa y menos aún acallarse los comentarios de las peleas cuerpo a cuerpo que regaron las fangosas calles de la Gran Aldea, cuando el socio de Vieytes compró la finca de 34 varas de frente y 60 de fondo en 2387 pesos y 3 reales. La escritura del 16 de octubre de 1807 la suscribió Nicolás Rodríguez Peña al folio 224 vta. del registro número 6 a cargo del escribano Inocencio Agrelo, según lo estableció el investigador Manuel Carlos Melo en la nota publicada en La Nación en 1964. El meritorio trabajo indagador terminó con la larga polémica que había sido entablada para determinar la ubicación de la jabonería, quizá porque varios autores -incluido Clemente L. Fregeiro- equivocaron su ubicación. Cuando Melo publicó el resultado de sus indagaciones, la jabonería hacía más de tres décadas que había sido reemplazada por un edificio funcional del arquitecto francés León Dourge. El solar llegó a declararse monumento histórico nacional, pero la avenida 9 de Julio cumplió con el desdén nativo por lo histórico.

Durante el embargo de la jabonería -el 24 de diciembre de 1808-, el aguacil Manuel Mansilla fue atendido por Vieytes que debió juramentarse frente al escribano Francisco Seijas a dar la información precisa y quedar como custodio de los bienes entre los que se consideró como tales a los esclavos Joaquín, Juan y José. Así quedó consignado en el sumario instruido a Diego Paroissien, y en los que debieron testimoniar el propio Vieytes, Juan José Castelli y Nicolás Rodríguez Peña. Este último fue sometido a prisión e igual pena padeció el médico inglés a pesar de la ingeniosa defensa que asumió el propio Castelli. Todos ellos, a excepción de Paroissien, fueron los primeros conjurados que sumaron a Manuel Belgrano en los cónclaves cobijados bajo la vivienda de Vieytes anexa a la jabonería. El zagúan daba a un hall y una amplia sala, pero la vivienda tenía muchos cuartos y un gran patio de tierra donde Castelli, Rodríguez Peña y otros visitantes dejaban sus cabalgaduras.

Que para el año 1810 las reuniones ya fueron tumultuosas lo demuestran las dos docenas y media de cubiertos, los cinco mates y las 45 sillas contadas entre el equipamiento que inventarió entre el 28 de abril y el 1º de junio la Comisión de Justicia tiempo después de haber apresado a un Vieytes casi moribundo tras los infortunados sucesos de 1815.

La "casa de café en la calle que va del colegio a la Plaza Mayor" (actual calle Bolívar) figura de esa manera aludida por su dueño, don Pedro José Marcó, en el reclamo para levantar la clausura del negocio. El Café de Marcos era un lugar deliberativo y el mejor. Cuando estalló la primera conjuración de Alzaga, el 1º de enero de 1809, Liniers, virrey y héroe de la Reconquista, mandó clausurarlo y dar tres días a Marcó para salir de la ciudad. Pero quedó su socio José Antonio Gordon, que presentó dos rogatorias a Liniers para reabrir el local, ambas denegadas. Claro que a principios de agosto asumió don Baltasar Hidalgo de Cisneros y en seguida retornó don Pedro Marcó. Elevó un memorial al nuevo virrey que denunciaba que sus pérdidas serían de 30 mil pesos en utensilios y productos y el 21 del mismo mes fue autorizado a reabrir su negocio.

La jabonería, como bien de la sucesión de la viuda de Rodríguez Peña, fue vendida en subasta judicial en 500 mil pesos hacia 1869. .

Por Francisco N. Juárez Para La Nación-

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/210756-donde-se-cultivo-el-espiritu-de-1810

BELGRANO, ANTECEDENTES DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO

Ver: DOCUMENTOS: ANTECEDENTES DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO.

El avance de las tropas francesas sobre Andalucía y la disolución de la Junta Central de Sevilla encendieron en un sector criollo el rechazo a la dominación española. Así recuerda en sus memorias los días previos a la semana de Mayo Manuel Belgrano.

“Habiendo salido por algunos días al campo en el mes de mayo, me mandaron llamar mis amigos a Buenos Aires, diciéndome era llegado el caso de trabajar por la patria para adquirir la libertad e independencia deseada: volví a presentarme y hacer cuanto estuviese a mis alcances, había llegado la noticia de la entrada de los franceses en Andalucía y la disolución de la Junta Central. (...) Muchas y vivas fueron nuestras diligencias para reunir los ánimos y proceder a quitar a las autoridades que habían caducado con los sucesos de Bayona, pero que ahora caducaban, puesto que aun nuestro reconocimiento a la Junta Central cesaba con su disolución, reconocimiento el más inicuo y que había empezado con la llegada de Goyeneche, enviado por la indecente y  ridícula Junta de Sevilla. No es mucho pues, que no hubiese un español que no creyese ser señor de América, y los americanos los miraban con poco menos estupor que los indios en las horrorosas carnicerías, tituladas conquistas". 

FuenteGraciela Meroni, La historia en mis documentos, Tomo 2, Buenos Aires, Editorial Huemul, 1984, pág. 7.

Actividad:

1. ¿ Qué argumento presenta Belgrano para remover a las autoridades españolas del Virreinato?
2. ¿ Con que intención iguala a los criollos con los indios?

PERICLES, Por Indro Montanelli


PERICLES

En el libro Historia de los Griegos de Indro Montanelli

La mayor fortuna que puede tenerse en este mundo es nacer en el momento oportuno. Muy probablemente cada generación tiene sus Césares, sus Augustos, sus Napoleones y sus Washington. Pero si les toca actuar en una sociedad que no les acepta por demasiado acerba o demasiado marchita, acaban, habitualmente, en vez de en el poder, en la horca o en la oscuridad.

Pericles fue uno de los pocos venturosos. Tuvo de su parte tantas y tan felices circunstancias, se encontró dotado de cualidades que tan bien respondían a las necesidades de su tiempo, que la Historia —que siempre se inclina ante la suerte— ha terminado por dar su nombre al más glorioso y floreciente período de la vida ateniense. La Edad de Pericles es la Edad de Oro de Atenas.

Era hijo de Jantipo, un oficial de marina que en Salamina conquistó los galones de almirante y mandó la ilota en la victoriosa batalla de Micala; y de Agarista, sobrina segunda de Clístenes. Era, pues, un aristócrata, pero ligado ideológicamente al partido demócrata: el de más seguro porvenir. Alga debía designarle desde niño a una posición de primer plano, porque desde entonces se hizo circular sobre su origen una leyenda que ponía en causa la sobrenatural. Decíase que Agarista, poco antes de traerle al mundo, había sido visitada en sueños por un león. En realidad, el pequeño Pericles no mostró mucha semejanza con el león. Era más bien delicado y débil, con una curiosa cabeza en forma de pera, que después se tornó en blanco de las malas lenguas y de los chansonniers de Atenas, que la hicieron objeto de infinitas burlas. Pero su familia le dio desde el principio una educación de príncipe heredero, y él la aprovechó con mucha inteligencia. Historia, economía, literatura y estrategia eran su yantar cotidiano. Se lo proporcionaban los más insignes maestros de Atenas, entre los cuales destacaba Anaxágoras, al cual el discípulo siguió después mostrando profundo afecto. De chico, Pericles debió de ser prematuramente serio, precozmente imbuido de su propia importancia y con destacadas características de «primero de la clase », bien impopular entre sus coetáneos. Porque desde el primer momento que entró en la política —y entró muy pronto— no cometió ninguno de esos errores en los que habitualmente caen, por atolondramiento, los debutantes. Lo prueba el sobrenombre de Olímpico que en seguida le atribuyeron y que usaron también sus adversarios, aun cuando fuese con un asomo de ironía. Había verdaderamente en él algo que parecía provenir de lo alto. Tal vez era su modo de hablar que suscitaba esa impresión. Pericles no era un orador fecundo, enamorado de su propia palabra, como Cicerón o Demóstenes. Raramente pronunciaba discursos; cuando lo hacía era brevemente, y se escuchaba, eso sí, mas para controlarse, no para embriagarse. Tenía la lógica geométrica de la estatuaria y de la arquitectura de aquel período. En su fuero interno, no existían pasiones. Había solamente hechos, datos, cifras y silogismos.

Pericles era un hombre honesto, pero no a lo Arístides que de la honestidad había querido hacer una religión en medio de compatriotas estafadores, que querían ser administrados por un hombre de pro que, sin embargo, les dejase continuar sus latrocinios. Como Giolitti, Pericles fue honesto de sí, y, efectivamente, salió de la política con el mismo patrimonio con el que había entrado; mas para los demás se mostró tolerante. Y fue sobre todo por este buen sentido, creemos, que los atenienses no se cansaron de elegirle para los más altos cargos durante casi cuarenta años seguidos, desde 467 a 428 antes de Jesucristo, y reconocieron a su cargo de strategos autokrator más poderes que cuantos le reconocía la Constitución.

Demócrata auténtico, aunque sin gazmoñería, Pericles no cometió abusos. Para él, el régimen mejor era un liberalismo ilustrado y de progresivo reformismo, que garantizase las conquistas populares dentro del orden y excluyese la vulgaridad y la demagogia. Es el sueño que acarician todos los hombres de Estado sensatos. Pero la suerte de Pericles consistió precisamente en el hecho de que Atenas, después de Pisistrato, Clístenes y Enaltes, estaba en condiciones de poderlo realizar y contaba con la clase dirigente adecuada para hacerlo.

La democracia, sancionada por las leyes, hallaba aún algunas dificultades de aplicación a causa del desequilibrio económico entre clase y clase. Pericles introdujo la «quinta» en el ejército, de modo que el servicio de las armas no acarreara, para los pobres, la ruina de la familia y concedió un pequeño estipendio a los jurados de los tribunales, a fin de que tan delicada función no fuese un monopolio de los ricos. Extendió la ciudadanía a varias categorías de personas que por una razón u otra estaban inhabilitadas para ella, pero impuso, o se dejó imponer, una especie de racismo que prohibía la legitimación de los hijos habidos con un extranjero. Medida absurda, que más tarde él mismo había de pagar.

Su mejor arma política fueron las obras públicas. Podía emprender cuantas quisiera, porque con los mares libres y con una flota como la ateniense, el comercio navegaba a toda vela y el Tesoro rebosaba dinero. Y, por lo demás, todos los grandes estadistas son también grandes constructores. Pero lo que distingue a Pericles de los otros no es tanto el volumen como la perfección técnica y el gusto artístico que quiso imprimir a sus realizaciones. Disponía, desde luego, para llevar a cabo su obra, de hombres ido-neos: maestros como Ictino, Fidias, Mnesicles. Pero fue Pericles quien les llamó a Atenas, seleccionándolos y supervisando los planes. Así, bajo su mandato, fue realizado el amurallamiento que Temístocles proyectaba para aislar, tierra adentro, la ciudad y su puerto. Viendo en él una fortaleza inexpugnable los espartanos mandaron un ejército para destruirla. Pero resistió. Pericles encontró algunas dificultades para convencer a sus conciudadanos de elevar el Partenón, la más grande herencia arquitectónica y escultórica que Grecia nos ha dejado. El presupuesto preveía un gasto de más de diez mil millones de liras. Y los atenienses, por mucho que amasen lo bello no estaban dispuestos a pagar tanto. Es característica de Pericles la estratagema a la que recurrió para convencerles. «Bien —dijo, resignándose—, entonces consentidme que lo construya por mi cuenta, quiero decir que en el frontón, en vez del nombre de Atenas, será inscrito el de Pericles.» Y por envidia y emulación se consiguió lo que la avaricia había impedido. Aunque pasase por frío, y acaso lo fuese, como todos los hombres dominados por la ambición política, también Pericles pagó un día el peaje a la más humana de todas las debilidades —el amor—, y perdió la cabeza por una mujer. La cosa era un poco embarazosa por dos razones; primero, porque ya estaba casado y hasta entonces se había mostrado como el más virtuoso de los maridos; y después, porque aquella de quien se prendó era una forastera de pasado y aspecto más bien discutibles. Aristófanes, la lengua más mordaz de Atenas, decía que Aspasia era una ex cortesana de Mileso, donde había administrado una casa de mala nota. No tenemos elementos para confirmarlo ni para desmentirlo. De todos modos, habíase trasladado a Atenas, donde abrió una escuela no muy diferente de la que Safo fundara en Lesbos. Aspasia no escribía poesías, pero era una intelectual que luchaba por la emancipación de la mujer, quería sustraerla al gineceo y hacerla partícipe de la vida pública, en paridad de derechos con el hombre. Son cosas que hoy nos dejan indiferentes, pero que entonces parecían revolucionarias. Aspasia ejerció un gran influjo sobre las costumbres atenienses creando aquel prototipo de «hetaira» que después volvióse corriente en la ciudad. No sé sabe si era bella. Sus ensalzadores nos hablan de su «voz argentina », de sus «cabellos de oro», de su «pie arqueado»: detalles que pueden ser también los de una mujer fea. Pero fascinante debía de serlo, pues todos están concordes en loar su conversación y sus maneras. Alguno dice que, cuando Pericles la conoció, era amante de Sócrates, quien, poco apegado a las mujeres, se la cedió gustoso y siguió siendo su amigo. Ciertamente, su salón era frecuentado por el mejor ambiente de Atenas. Acudían a él Eurípides, Alcibíades, Fidias. Y sabía entretenerles tan bien, que Sócrates reconoció, tal vez exagerando un poco, haber aprendido de ella el arte de argumentar.

Fueron sin duda esas cualidades intelectuales, más que las físicas, las que sedujeron al Olímpico, que esta vez no resistió a la tentación de descender a tierra y comportarse como cualquier mortal. Parece ser que, por conveniencia, se decidió en aquel momento a darse cuenta de que su mujer era poco menos virtuosa que él. En vez de reprenderla, le ofreció muy gentilmente el divorcio, que ella aceptó. Y se dirigió a casa de Aspasia quien, convertida así en la «primera dama de Atenas», abrió otro salón y entre conversación y conversación hasta le dio un hijo. Pero, ¡ay!, Pericles era el autor de la ley que prohibía la legitimación y la extensión de la ciudadanía a los frutos de la unión con extranjeros. Ahora era la víctima y lo fue con dignidad.

Parece ser que Aspasia le hizo feliz, pero políticamente no le trajo fortuna. Progresistas en el Parlamento, los atenienses eran conservadores en familia y no quedaron edificados por el ejemplo de aquel autokratnr que trataba a la concubina de igual a igual, le besaba la mano y la hacía plenamente partícipe de su vida y de sus preocupaciones. Apartándose aún más comenzó a perder contacto con la masa del pueblo, que le acusó de esnobismo y le tomó ojeriza. Siguieron, sin embargo, dándole sus votos durante muchos años y confirmándole en su puesto de supremo rector y guía. Pericles cayó, puede decirse, junto con Atenas, o sea cuando el ocaso de la primacía que él mismo había dado a su ciudad con una hábil política interior y exterior.

Esa primacía de Atenas, luminosa y rápida como un meteoro, se confunde con la de Grecia, cuya civilización alcanzó el florecimiento y la consumación en el espacio de poco más de tres generaciones. Pericles tuvo el privilegio de asistir a casi toda aquella extraordinaria parábola y de darle su nombre. Aun cuando finalizara melancólicamente en la ingratitud y la catástrofe, su suerte fue una de las más afortunadas que jamás se haya deparado a un hombre.

martes, 4 de febrero de 2014

CARTA A CISNEROS DESDE MONTEVIDEO INFORMANDO LA CAÍDA DE LA JUNTA CENTRAL

Ver: DOCUMENTOS: ANTECEDENTES DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO.

[ Joaquín De Soria al Virrey Cisneros, remite las noticias de la Fragata "Juan París" ]
[Montevideo, 14 Mayo 1810]

Las noticias sobre la caída de la Junta Central de Sevilla llegaron de manera reservada a Buenos Aires desde Montevideo mediante una carta enviada por Joaquin de Soria, gobernador militar interino, a Don Baltasar Hidalgo de Cisneros, Virrey del Río de la Plata.

Excelentísimo Señor Don Baltasar Hidalgo de Cisneros:

Por el patrón Juan, de una de las lanchas de este río, que esta tarde de este día da la vela para esas balizas, anticipo a Vuestra Excelencia las adjuntas noticias de España, dadas por el capitán de la fragata Hamburguesa nombrada " Juan Paris" que ayer noche entró en este puerto, según ya avisé a Vuestra Excelencia por extraordinario; cuyas noticias son tomadas a dicho capitán por el de este puerto...

Dios guarde a V.E. muchos años. Montevideo, 14 mayo de 1810.
Joquín de Soria

(La declaración firmada por el capitán de la fragata dice)... que salió de Gibraltar a 22 de marzo del presente año... que sabe que han entrado refuerzos de tropas francesas en España, pero que ignora su número.

Preguntado si sabe que provincias de España ocupan actualmente los franceses, dijo: que Madrid, Málaga, Sevilla...

Preguntado si sabe que se ha hecho de la Junta Central, dijo: que antes que los franceses entrasen en Sevilla se había transferido a la Isla de León, y que en el día está establecida la regencia, e ignora quienes son sus vocales.

FuenteGraciela Meroni, La historia en mis documentos, Tomo 2, Buenos Aires, Editorial Huemul, 1984, pág. 6.

lunes, 3 de febrero de 2014

LAS JUNTAS DE CHUQUISACA Y LA PAZ - 1809

Sucesos del 25 de mayo de 1809 en el Alto Perú

En Chuquisaca, ciudad del Alto Perú, donde funcionaba la Audiencia de Charcas, y la Universidad, se produjo un levantamiento contra la autoridad del Presidente, Ramón García Pizarro. El Presidente Pizarro había elevado a la Universidad de San Francisco Xavier de Chuquisaca los pliegos traídos por Goyeneche con las propuestas de la Infanta Carlota y su intención de asumir la regencia en América del Sur mientras su hermano, Fernando VII estuviera prisionero de Napoleón. La Universidad rechazó la propuesta pero comenzaron a circular rumores diciendo que Liniers y el Presidente Pizarro deseaban imponer la regencia de Carlota y entregar el Alto Perú a la Corte de Brasil.

Por la ciudad circulaban panfletos subversivos, en especial el redactado por Bernardo Monteagudo, Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII en los Campos Elíseos, que abogaba a favor de la libertad y la independencia. El 24 de mayo el Presidente arrestó a Jaime Zudañez, que era defensor de naturales y abogado de la Audiencia. El motín comenzó por la noche con el pueblo reclamando la libertad de Zudañez y se transformó en revuelta el 25 de mayo de 1809 con una insurrección en Chuquisaca. La Audiencia se reveló contra el Presidente Pizarro y lo depuso. Constituyó una junta con el nombre de Audiencia Gobernadora, nombrando como Comandante General de Armas a Juan Antonio Álvarez de Arenales.La Audiencia envió comunicaciones informando acerca de estos acontecimientos a Liniers en Buenos Aires y a la ciudad de La Paz.
La noticia se conoció en Buenos Aires el 17 de junio. Felipe Contucci, que seguía en comunicación con la princesa Carlota, le comunicó la novedad del siguiente modo:

Ayer a las diez de la noche ha llegado un posta de la ciudad de Charcas con la noticia de haberse puesto preso al presidente de la Audiencia, Teniente General de los reales ejércitos, y haber tenido que huir el reverendo arzobispo con otros magistrados y eclesiásticos de la primera jerarquía de resultas de conmoción hecha por varios ministros de la Audiencia y otros del pueblo.[17]

Liniers, estaba al tanto de que pronto llegaría Cisneros para relevarlo de su cargo de virrey, no hizo nada para apaciguar este alzamiento, en espera que su sucesor tomara las medidas del caso.
Los agentes enviados por Chuquisaca comunicaron la rebelión a los patriotas de La Paz y el 16 de julio estalló también una revuelta en esa ciudad. Un Cabildo Abierto destituyó a las autoridades y separó de sus cargos al gobernador intendente, Tadeo Dávila y al obispo Remigio de la Santa y Ortega. Se nombró a una junta denominada Junta Tuitiva de los derechos de Fernando VII cuyo presidente fue Pedro Domingo Murillo. La junta estaba conformada sólo por americanos.[18]

Esta es la proclama que se emitió en esos días y que transcribe un testigo:

Hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro en el seno mismo de nuestra patria: hemos visto con indiferencia por más de tres siglos, sometida nuestra primitiva libertad, al despotismo y tiranía de un usurpador injusto, que degradándonos de la especie humana, nos ha reputado por salvajes y mirado como esclavos: hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez que se nos atribuye por el inculto español, sufriendo con tranquilidad que el mérito de los americanos haya sido siempre un presagio cierto de su humillación y ruina. Ya es tiempo, pues, de sacudir yugo tan funesto a nuestra felicidad, como favorable al orgullo nacional del español. Ya es tiempo de  organizar un sistema nuevo de gobierno, fundado en los intereses de nuestra patria, altamente deprimida por la bastarda política de Madrid. Ya es tiempo, en fin, de levantar el estandarte de la libertad en estas desgraciadas colonias, adquiridas sin el menor título, y conservadas con la mayor injusticia y tiranía.[19]

La junta de La Paz fue la primera instalada en América Española compuesta por nacidos en territorio americano, a diferencia de las de Chuquisaca y de Montevideo donde sus miembros eran europeos. Esta proclama nos revela el carácter de la Junta que ya en el año 1809, antes que en Buenos Aires, declaraba una forma de independencia al decir: “levantar el estandarte de la libertad”, y proponía un “sistema nuevo de gobierno”. Veremos cómo los miembros de esas primeras juntas recibieron tratamientos diferentes. En efecto, poco tiempo después, estos levantamientos fueron sofocados, pero, mientras que los miembros de las juntas de Montevideo y Chuquisaca, —compuesta por españoles europeos—, fueron respetados y sobreseídos de sus acciones los primeros y condenados a penas menores los segundos, los miembros de la junta instalada en La Paz, que eran americanos, fueron reprimidos violentamente y sus cabecillas, ajusticiados.